EL MADROÑO Y LA ESTRELLA

Una vez, hace muchísimos años, las estrellas decidieron jugar al escondite.

Ya estaban hartas de permanecer siempre en su sitio, a la misma distancia unas de otras y formando una constelación, que es como una familia de estrellas

Sin ir más lejos, la estrella SIRIO, de la constelación de Can Mayor, y que es la más brillante y resplandeciente del Hemisferio Norte, decidió cambiarse con ALDEBARÁN, de la constelación de Tauro.

RIGEL, que es una supergigante amarillo-anaranjada y que vive en Orión, se colocó exactamente detrás de BELLATRIX, que es blanco-azulada y más pequeña que ella.

Así que se dejaba ver.

VEGA, de la constelación de Lira, prefirió jugar a las cuatro esquinas junto con ANTARES de Escorpión, ARTURO del Boyero, PÓLUX de Géminis y ALTAIR del Águila a p.esar de que vivían a muchos años luz de distancia.

Chi….iii…ssss Zzzzu…m….

Iban y venían, saltaban, chocaban, estallaban, se absorbían unas a otras, se fundían entre ellas….

¡Plash……!

Las estrellas fugaces parecía que iban en patinete.

SSSSSS…….ffffff…… .

Los cometas se hacían trenzas con la cabellera

Algunas estrellas alcanzaron tanta velocidad en su juego, que se volvieron del revés formando un agujero negro, con lo que desaparecieron para siempre.

¡Ohhhhh…..!

Como había tanto movimiento en el Universo, éste estaba lleno de luz que emitían los astros al ir y venir a velocidades vertiginosas

Un destello iluminó un puntito oscuro, allá en la Vía Láctea, que daba vueltas alrededor de una estrella de segunda, que por ser tan pequeña, ni se atrevía a entrar en el juego de las estrellas de categoría alfa y supergigante.

Entre los astros hay también muchas clases sociales.

Le entró curiosidad a la ESTRELLA POLAR por ver qué podía ser aquello redondo, opaco e insignificante.

La Estrella Polar, vivía muy orgullosa en el centro del Cielo.

Iluminaba un punto mágico, que se llama NORTE

Ni podía imaginarse que hubiera astros sin luz propia, vamos.

Así que decidió investigar.
A la velocidad del rayo se fue

desplazando por el espacio hasta aquel planeta llamado Tierra, y vio que pertenecía a la familia de la estrella SOL.

La Polar siempre fue muy respetuosa y pensó que al Sol no le iba a gustar que invadieran su territorio.

Prefirió pasar desapercibida.

Comenzó a encogerse y hacerse pequeñita.

ZZZZZZ..aaa…ssss

Se metió entre las ramas de una madroñera que crecía en un bosquecillo en el que había aterrizado.

Como era de día no se notaba mucho.

En aquel lugar, entre los pinos, acacias, olmos y tomillo vivían muchos animales: gamos, corzos, gatos monteses, y hasta águilas imperiales que revoloteaban solemnemente.

Bebían agua de fuentes, en las que crecían sabrosos berros, y de arroyuelos, que desembocaban en el río Manzanares

Entre los animales de aquel soto había dos magníficas osas pardas: DOÑA OSA MAYOR y OSITA MENOR.

Eran madre e hija.
Juntas correteaban por entre los

matorrales, se revolcaban en el césped y jugaban con las mariposas.

Doña Osa Mayor era muy seria y relamida. Andaba a dos patas, con gran ceremonia, pausada y lentamente.

Osita Menor, en cambio, era juguetona y curiosa. Lo mismo metía los dedos en una colmena que le hacía gracias a una ardilla pizpireta o se zampaba un caracol despistado.

Pero Osita Menor, que comía de todo, tenía su fruta preferida.

Se trataba de los madroños que ya estaban madurando.

Aquella tarde…
Se separó un poquito de su mamá y se

acercó hasta la madroñera. Quedó asombrada.

Por entre las hojas salía una deslumbrante y cegadora luz.

Tuvo que parpadear porque no podía soportar tanto resplandor.

Pero como era tan curiosona, metió su mano, como hacía siempre para buscar madroños, sin mirar siquiera.

Y… al sacarla…

¡Se encontró con una preciosísima estrella entre los dedos!

-Esto no es normal, pensó Osita Menor, los madroños de ayer eran de color rojo… y no brillaban.

Ni se atrevió a hincarle el diente.
Y se quedó entusiasmada contemplando

semejante maravilla.
Porque ella nunca había visto una

estrella de cerca.
La Estrella Polar tampoco había visto

jamás una osita parda.

En vez de llamar a mamá, que es lo que hubiera hecho ante cualquier problema, Osita Menor pensó que una joya como aquella había que lucirla en la primera reunión de osos del bosque.

Decidió colocársela en el rabito.

Y eso hizo: preparó un nudo con los rayos de la estrella y los pelos de su cola.

¡Lo que iba a presumir con aquel adorno!

¡La envidia que iban a tener sus amigas cuando la vieran!

Doña Osa Mayor, muy preocupada, andaba buscándola por las orillas del Arroyo Madre, que en el idioma de aquel tiempo, se decía Arroyo MAYRIT.

Cuando la vio andando a dos patas, como si fuera mayor y contoneándose como las modelos de las pasarelas, no se lo podía creer.

– ¿Qué estás haciendo, criatura?

Y antes de que la hija hubiera abierto la boca, continuó:

-¿Qué es eso que llevas en el rabo?, ¿de dónde lo has sacado?

Porque a las madres les preocupa mucho de dónde sacan las cosas sus hijas.

– De la madroñera, le contestó Menor muy contenta.

-¿De la madroñera?, ¿De cuándo acá son brillantes los madroños?

-No sé, mami. Te aseguro que estaba allí; no se lo he quitado a nadie.

Doña Osa Mayor la miró muy seria, a ver si la estaba mintiendo.

A las madres no se las puede engañar fácilmente.

Doña Osa vio entonces que los sinceros ojos acaramelados y dulces de su hija, decían la verdad.

La madre la abrazó. Y se puso orgullosa de esa hija tan bonita y tan tierna.

Su Osita era la más preciosa de todo el grupo de osos pardos, aunque no

hubiera lucido la Estrella Polar en el rabito.

A medida de que madre e hija se aproximaban al lugar de la reunión se fue poniendo el Sol.

Aquella era la primera noche de toda la historia del Universo en que la Estrella Polar no aparecía señalando el NORTE.

Las demás estrellas juguetonas, que andaban de recreo, dejaron de corretear al notar su ausencia.

Se sintieron perdidas en el espacio sideral.

-¿Dónde está el Norte?, gritaban.
Y no supieron volver a su sitio.
Los cometas se taparon con la cola,

asustados.

-¿Dónde está el Norte?
se preguntaban los marineros en

medio del océano.

Y dejaron de navegar al no poder orientarse.

¿Dónde está el Norte?

clamaba el viento.
Y, al no poder soplar sus corrientes de

aire, se enfadó y se revolvió en remolinos y tornados, que destruían todo lo que encontraban

-¿Dónde está el Norte?

pensaban las aves migratorias al no encontrar su ruta en el cielo.

Y se quedaron en las lagunas esperando a que apareciera la Estrella Polar.

¿Dónde está el Norte? ¿Dónde?

Hasta las brújulas comenzaron a girar aturdidas en todos los rincones del mundo.

Y dirigieron sus flechas hacia el rabito de la Osa Menor.

¡El Universo estaba loco ! Había perdido el Norte.

Solamente Doña Osa Mayor y Osita Menor paseaban tranquilamente hacia la orilla del arroyo Mayrit, donde se iba a celebrar la reunión de osos pardos.

Cuando llegaron allí no encontraron a nadie.

También los habitantes del bosque se habían despistado al no poder encaminar

sus pasos por la falta de la Estrella Polar.

Estaban refugiados en sus madrigueras.

Mamá Osa, que no entendía lo que ocurría, tomó precauciones.

Y cogió de la mano a su hijita.

– ¿Por qué no había ningún animal por allí?, se preguntaban ambas.

La Estrella Polar se dio cuenta enseguida de todos los descalabros que estaban ocurriendo en el Cielo y en la Tierra por culpa de su travesura.

Le hubiera gustado comentárselo a la

Osita Menor.
Pero, a pesar de ser tan luminosa, no

conocía el lenguaje de los animales. Decidió rectificar.

Comenzó a elevarse rápidamente hacia el

Norte, que es su lugar reservado en el Universo,

Sin darse cuenta de que estaba atada al rabo de la Osa Menor.

Como ésta iba agarradita a la mano de su mamá, ambas comenzaron a subir hacia el espacio a la velocidad de la luz.

Parecía que flotaban.
Y cerraron los ojos.
Cuando los abrieron descubrieron que

estaban en medio del Cielo.
¡Se habían convertido en dos

importantes constelaciones llenas de estrellas de todos los tamaños!

Pero seguían cerquita la una de la otra.

Ya nunca más se separarían.

Y en la cola de la Osa Menor, en el punto mágico de la bóveda celeste, brillaba poderosa y resplandeciente la ESTRELLA POLAR, que siempre.

siempre
señala el NORTE.

En el planeta Tierra nunca olvidaron esta aventura que unió a las osas pardas y a las estrellas.

Años después, en aquel descampado del arroyo Mayrit, donde una vez estuvo jugueteando la Estrella Polar, se levantó una bella capital, que se llamó MADRID, que significa lo mismo que Mayrit, pero en moderno

En el escudo de Madrid aparece una osa buscando la estrella dentro de una madroñera.

Y todos los madrileños pueden ver a su paisana la Osa Menor luciendo orgullosa su rabito adornado por la Estrella Polar.

No tienen más que mirar hacia arriba…

Y, por eso dicen : “De Madrid, al Cielo”.