Eva se aburría en el Paraíso
donde el mundo asomaba
floreciendo el tapiz de los campos,
luciendo sin pudor
arroyos de cristal para mirarse,
pájaros que trinaban aleluyas
sutiles serpientes de color
con mirada desafiante,
y el sol cada mañana
saliendo por levante
sublime y poderoso.
Hasta el mismo Creador
le puso una pareja
igual que a la paloma,
para hacerla feliz.
No le faltaba nada:
sus horas y sus ratos
transcurrían
en cósmica armonía
sin un mal arrebato
Eva estaba hastiada.
Le faltaba aliciente.
Su mente inteligente
no soportaba más
la norma inquebrantable,
la perfección redonda,
el equilibrio estable
que no admitía desliz;
mientras su Adán amable
gozaba alegremente,
sin hacerse preguntas,
cumpliendo a rajatabla
las leyes del convenio
de aquel Edén feliz.
¿Qué serán la sorpresa,
la duda, el desencanto,
el ansia de la espera,
el hambre, la pasión,
la alegría, el trabajo
y hasta el mismo dolor?
se preguntó curiosa,
harta de ser la misma,
de repetirse siempre,
sin crecer, como hierba,
morir, cual mariposa,
ni parir, como oveja,
un lindo corderillo
en cada primavera.
Y ya no pudo más:
se llevó a su pareja
al final del Jardín
sin mirar hacia atrás.
Le dijo que se iban,
tras morder la manzana
del árbol de la Ciencia,
iniciando, el festín
de la inseguridad.
Y juntos traspasaron
la frontera del miedo.
Y se sintieron dioses
viviendo la verdad.
8-4-2017