La madrastra se mira en el espejo
y al encontrarse vieja y decadente
a Blancanieves odia eternamente
abrumada su mente por complejos.
Frunciendo con desdén el entrecejo
persigue a la princesa arteramente
dándole una manzana tan vilmente
que se la carga sin pedir consejo.
¿No pudo utilizar su gentileza
de manera sutil, no tan patética,
usando con talento la cabeza;
y olvidando la fruta, tan dietética,
buscar un tratamiento de belleza
acudiendo a una clínica de estética?