EL ROBLE DE BEGOÑA
Detrás de la Basílica, hay un roble
hijo del noble árbol de Guernica,
que alguien plantó,
hará cuarenta años,
para honrar a la “Amatxu” de Begoña.
Yo paso junto a él todos los días
y conozco su azarosa historia,
que es la mía
y la de este pueblo amado, en el que vivo.
Cuando la primavera florida comenzaba
a clarear sus hojas,
una mañana triste, de los años ochenta,
mi tierno árbol recién plantado
amaneció tronchado
por la mitad.
Aquella misma tarde, ante la iglesia,
un grupo de personas doloridas
uníamos nuestras manos
pidiéndole a la Virgen del altar
que ETA desistiera de matar.
Sustituyeron, a escondidas, el vástago cortado.
…Y enseguida,otra vez, apareció talado.
¡Y otra vez!
¡Y otra vez!
… Y otra vez se reponía,
siempre mayor que el plantón devastado.
Se estaba echando un pulso
al que nadie nunca jamás aludía.
Mientras tanto,
el árbol caía
tantas veces como ETA arremetía.
¿Quién era el leñador
– un padre, un hijo, un hermano-
tan herido en el alma
que en vez de unir sus manos con las nuestras
clamando esperanza
se vengaba destruyendo
el símbolo por el que ETA mataba?
He vuelto a pasar junto a ese árbol
heredero de tantos robles cercenados.
Apoyada en el barandal
que tiene a su alrededor
-que de nada sirvió
cuando los posesos de la verdad
se erigían en tribunal de un quimérico
ojo por ojo,
y ejecutaban sin sonrojo
sentencia a sus condenados-
he escuchado el canto del “Gernikako arbola”
entonado por las autoridades
acogidas bajo la copa de este “arbola berri”
tantas veces abatido
y que, desde hace cinco años,
ofrece frondosa sombra al peregrino
que acude a Begoña
para pedirle larga paz a la “Amatxu”.
Necesito contar esta historia,
-que es todo un símbolo-
antes de que el olvido de la vejez
obstruya mi mente,
porque el pueblo necesita conocer
pequeñas anécdotas, que retocan
la verdad oficial.
Y saber perdonar
manteniendo serena memoria.
15-8-2016