OLENTZERO

Hace muchos años, antes de que hubieran nacido papá y mamá, estaban una mañana los Reyes Magos ordenando las cartas en su despacho de Oriente.

Los Reyes Magos tienen mucho trabajo leyendo las cartas de todos los niños que les escriben pidiendo regalos.

Pero como son tres, se reparten la tarea.

Gaspar y Baltasar no se estaban dando cuenta de que Melchor iba haciendo un montoncito sobre su mesa.

Hasta que Baltasar le echó un vistazo y dijo:

-¿Qué significa ese grupo de cartas? ¿Es que son de los niños malos a los que no hay que regalarles nada?

-No, contestó Melchor. Es que no las sé leer.

-¡Anda ya!, le dijo Gaspar… Pues ponte las gafas.

-Si no se trata del tamaño, de la letra, añadió Melchor- que no se enfadaba porque le tomaran el pelo sus compañeros-. Es que no entiendo lo que dicen.

-¿Que no lo entiendes? ¿De dónde vienen, pues?

-Del País Vasco, al Norte de España… Y lo que no entiendo es que haya tantos niños de allí que escriban de esta extraña manera.

Entonces, Baltasar, que siempre era el más decidido, le cogió a Melchor una de aquellas cartas y, después de observarla, le dijo sonriendo.

-Ay, amigo Rey, que te estás haciendo mayor.¿Sabes en que idioma están escritas estas cartas?

-¿En cuál?, preguntaron a la vez Melchor y Gaspar.

-Pues están escritas en euskera, que es el idioma que se habla en el País Vasco.

-Ese idioma ya se hablaba cuando nosotros vimos la Estrella de Belén, dijo Gaspar.

-A mí ya se me ha olvidado, afirmó Melchor.

-Pues, a mí, no. Aseguró Gaspar… lo que ocurre es que no lo sé leer. Solo lo sé hablar.

   -Yo tampoco lo sé leer, dijo Baltasar.

¿Y qué hacemos ahora?, pensaron los tres muy preocupados. ¿Cómo vamos a llevarle los regalos a estos niños?

Después de mucho cavilar, decidieron enviar un paje a Bilbao, que es la ciudad más importante de todo Euskadi.

El Paje de Oriente aterrizó en Archanda, un monte desde el que se divisa toda la ciudad.

El pobre andaba un poco despistado sin saber muy bien cómo iba a resolver el problema que le habían encargado los Reyes.

En éstas estaba, cuando se encontró con un hombre vestido de manera muy distinta a sus señores: llevaba un gran blusón negro, un pañuelo de cuadros al cuello, albarcas, una enorme boina redonda en la cabeza y fumaba en pipa. Los dos iban distraídos y casi se dieron de bruces.

-Buenas tardes, dijo el Paje.

Arratsaldeon, contestó el hombre.

Aquel saludo le dio una buena pista al Paje, que siguió preguntando.

-¿No será usted de por aquí?

-Claro que sí, ¿es que no me conoce? Soy el Olentzero.

-El Paje se puso muy contento.

-¿Qué quiere decir Olentzero?

-Quiere decir, carbonero, contestó el hombre de la boina y de la pipa. Pero soy un carbonero muy triste.

-¿Por qué está usted triste, insistió el Paje.

-Pues porque antes, hace años, yo era muy feliz vendiendo mi carbón a la gente de Bilbao para que se calentara en el brasero, pero ahora, como ya no hay braseros sino calefacciones, ya no vendo nada… Y me he quedado sin trabajo.

-Pero usted sabe leer euskera, ¿verdad?

-¡Huy, claro! Y soy bersolari en las fiestas.

-Yo le puedo dar trabajo.

-¿Tiene usted brasero?

-¿Les querría hacer un favor a los Reyes Magos?, dijo el Paje sin inmutarse.

-¡Anda, ya! Que ya soy muy mayor para que me traigan regalos los Reyes.

El Paje Real no necesitó mucho tiempo para convencer al Olentzero de que le necesitaban en Oriente como traductor de cartas en euskera.

El Olentzero de fue a Oriente, al palacio de los Reyes y les tradujo las cartas y les enseñó a cocinar el marmitako y el bacalao al pil-pil.

Se hizo tan amigo de todos, que los Reyes le contrataron para que les acompañara en el trabajo de repartir los juguetes a los niños del País Vasco.

Desde entonces, los niños que escriben en euskera, reciben la visita del Olentzero y a los niños que lo hacen en castellano, pues les visitan los mismísimos Reyes Magos en persona.