EL SELFI Orondo por la playa. Con bañador de marca, y rebozado de crema protectora, se me apareció de pronto con la rapidez de un ángel que comunica la buena nueva.
Sonreía feliz, mientras la abuela le limpiaba la arena a los tres nietos y la mujer charlaba en el chiringuito de madera, tomando un marianito con amigos brillantes. Satisfechos, sin crisis agobiante, luciendo tipo bajo pareo de lujo. Discutían de proyectos inminentes: que solo benefician cuando los demás dormitan bajo el puente o en la cárcel; que de todo hay, conociendo a tanta gente.
Esperaba feliz, y aplacaba su impaciencia alargando un mango creciente en cuyo extremo, anclado, el esmarfon de última generación, del hijo adolescente le miraba con insistencia. Extendió aun más su brazo, como solía para leer el periódico sin ponerse las gafas de presbicia.
Quería un selfi de cuerpo entero. Nada de torsos, que enseñan las arrugas y se detienen en el ombligo, dejando, a medias, la curva honorable de su vientre que nadie en su familia jamás tuvo, porque se les iba aplanando con la azada que, desde la madrugada, castigaba el cuerpo.
Se dio la vuelta y miró al tendido donde la muchedumbre se turraba en las tumbonas; y pareció que saludaba al respetable moviendo el chisme para encuadrar la foto. Puso de fondo al mar, con toda su grandeza.
Casi como la mía- le dijo vanidoso- que también he sabido convertir una ameba en poderoso.
Giró su cuello a la izquierda para mostrarse más favorecido: no es necesario enseñar el otro lado, pensó. Y disparó la máquina, con fortuna.
Tan contento de haberse conocido. 4-7-2015
2 comentarios
Celebrating each other’s uniqueness and quirks adds a touch
of fun to the relationship.
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Being present in the moment strengthens the emotional bond between partners.