MIENTRAS CABALGA DON QUIJOTE

 

  • Dramatización juvenil en tres actos1

Petra-Jesús Blanco Rubio

 

INTRODUCCIÓN

En este año en el que celebramos el IV centenario del Quijote, son muchas las personas, muy cualificadas algunas, que aseguran no haber superado el rechazo a su lectura, tras haberlo leído, obligatoriamente, durante su escolaridad.

Los profesores de Primaria y Secundaria del siglo XXI saben perfectamente que, si quieren hacer atractivo nuestro libro emblemático, han de usar mucho tiento y dosificar sus páginas a fin de que los adolescentes no se cierren a una lectura posterior y gozosa.

MIENTRAS CABALGA DON QUIJOTE no pretende dramatizar el Quijote, que se escribió para ser degustado párrafo a párrafo y capítulo a capítulo como narración, sino jugar con los personajes secundarios más relacionados con la vida familiar del héroe. Y quisiera que con ellos se entretuviera también el público juvenil.

Partiendo de la hoguera, en la que se destruyen los libros amados por nuestro Hidalgo, he intentado crear una situación puertas adentro del hogar manchego donde el Ama y la Sobrina, lo mismo que Teresa y Sanchica, han de afrontar la ausencia de los hombres de la casa. No solamente su ausencia sino también la vergüenza de sentirse señaladas con el dedo, el miedo a la Santa Hermandad, y sus fantasmas personales.

La presencia del Cura, el Barbero y el Bachiller enredarán las cosas para bien y para mal. Y, al final, apoyada en una de las situaciones menos conocidas pero, posiblemente, de las más certeras que escribió Cervantes, un Paje, hermoso “como un pino de oro” llevará la ilusión fugaz a quienes no la tenían.

Comprendo que ha sido mucha mi osadía al escribir esta pequeña comedia en la que me atrevo a interpretar el alma de aquellas aldeanas del Siglo de Oro, tratándolas unas veces como creía que podrían ser y otras como me hubiera gustado que fueran.

Me daría por satisfecha si los espectadores salieran de la representación con la intención de comprobar, leyendo el Quijote, cuánto hay de verdad y cuánto de fantasía en mi pequeña farsa.

23 abril 2005

PERSONAJES
LA SOBRINA.
EL AMA.
TERESA PANZA.
SANCHICA PANZA.
EL CURA.
MAESE NICOLÁS,   el BARBERO.
EL BACHILLER SANSÓN CARRASCO.
DON QUIJOTE.
SANCHO PANZA.
EL ALGUACIL.
EL PAJE.

 

 

¿QUIÉNES SON ESTOS PERSONAJES?

¿Qué hacían? ¿Cómo vivían en aquel Lugar de la Mancha en el siglo XVII?

Pues el señor Alonso Quijano -que éste era el verdadero nombre de Don Quijote-, después de las largas sesiones de lectura, cuando ya no le quedara aceite en el candil ni cera en la vela, se juntaría con sus amigos el Cura y el Barbero, a jugar una partidita de cartas, como acostumbran a hacer los mayores.
En los pueblos casi nadie sabía leer por aquel entonces. Solamente los curas y los hombres de buena familia, como los hidalgos, que eran los señoritos de la aldea.
Así que, no debe extrañarnos que los tres intelectuales se reuniesen en comandita para hacer comentarios acerca de los libros que tuvieran y se prestaran unos a otros.
Hay que pensar que, lo mismo que hoy hacen furor los ordenadores y las videoconsolas, en esta época, lo que verdaderamente flipaba era leer un libro. Hasta 1450, cuando se inventó la imprenta, los libros sólo eran patrimonio de los potentados como reyes o nobles, porque se escribían a mano y eran carísimos, pero luego, con la imprenta, los pudieron comprar gente de menor poder adquisitivo.

Sancho era un labrador vecino de Don Quijote. El hidalgo, que seguramente, no entendía demasiado de las pequeñeces cotidianas, recurriría a él para resolver las chapuzas habituales que surgen en todas las casas y, mientras Sancho le arreglara la polea del pozo o le colocara el palo de la azada, Don Quijote le comentaría la última aventura que estaba leyendo. De esta manera se fue tejiendo entre ellos una relación entrañable alimentada por las promesas que el señor le hacía para ese futuro heroico cuando ambos recorrieran caminos y libraran batallas contra gigantes poderosos y magos encantadores.
Sancho no tenía un pelo de tonto y distinguía muy bien la realidad de la fantasía siempre y cuando se tratara de cosas y hechos conocidos. Estaba seguro de que en los librotes que leía su amigo y vecino se encontraba el secreto de la sabiduría y el poder. Por eso respetaba a Don Quijote, que sabía leer, cosa inaccesible para un villano como él.

Un barbero, por aquellas fechas, era una especie de curandero o médico rural, que sacaba muelas, hacía emplastos y conocía el poder curativo de las hierbas. Los barberos tenían que estudiar mucho para distinguir las medicinas de los venenos. Eran personas muy preparadas y muy respetadas en los pueblos. El nuestro, que se llama maese Nicolás, era un cincuentón como don Quijote y el cura y juntos hacían un trío de amiguetes lectores y solterones.
Pudo haber sido soldado en la batalla de Lepanto y compañero de armas de un tal Miguel de Cervantes, que también era hijo de un médico como él.
Maese Nicolás, a sus años, pensaba casarse con la Sobrina para emparentar con el hidalgo y ascender de categoría. Lo de cobrarse las deudas era una opinión del Ama, pero nunca había pasado por su mente. A él le importaba más la clase social que el dinero porque ya tenía bastante.

El cura leía en latín, además de hacerlo en castellano y era el encargado de trasmitir al pueblo los mensajes de la Iglesia.
Al ver esta comedia puede parecernos que era malo porque le tenía manía a las mujeres independientes.
Hay que pensar que los curas no son ni buenos ni malos. Son hombres de su época.
Y, en aquellos tiempos, los hombres pensaban que las mujeres habían venido a este mundo solamente para servirles. Cuanto más obediente y sumisa era una mujer, mejor, pensaban ellos.
Así que, para que no tuvieran tiempo de pensar, había que tenerlas siempre ocupadas: las mujeres estaban agobiadas de trabajo en casa, trabajo con su familia y trabajo en el campo.
En cuanto disponían de un rato libre, se las requería en la iglesia, adonde se les recomendaba que fueran obedientes, porque así irían al cielo.
Por supuesto, que a las mujeres no se les enseñaba a leer, no fueran a darse cuenta de su situación lamentable y empezaran a exigir sus derechos.
Cuando alguna mujer valiente se atrevía a exponer sus ideas, si éstas eran contrarias a las normas establecidas, un tribunal, formado por hombres, naturalmente, la acusaba de bruja y la quemaban en la hoguera para que aprendieran las demás y no se desmadraran…Y todos se quedaban tan satisfechos de haber puesto, de nuevo, las cosas en su sitio.

Sansón Carrasco era un mozo joven que había hecho bachiller en Salamanca. Pertenecía a una familia acomodada que se podía permitir el lujo de pagar sus estudios. Tenía buena relación con los sabios vejetes del pueblo, Don Quijote, el cura y el barbero, y les contaba las novedades de la Universidad. Era el que traía las ideas modernas y sorprendentes que circulaban por la ciudad, donde las cosas empezaban a ser de otra manera. Allí ya había mujeres, aunque todavía eran poquitas, que sabían leer, incluso que escribían libros.
Sansón Carrasco no quería tener una esposa analfabeta, que se tragara todo lo que le dijeran. A él le gustaban las mujeres que pensaran y fueran capaces de discurrir y de opinar. Por eso estaba enamorado hasta los tuétanos de la Sobrina de Don Quijote. Porque estaba a su altura y no sería una esposa esclava a la que explotar sino una esposa compañera en la que apoyarse y con la que colaborar.

El Paje procedía del palacio de la Duquesa, adonde habían llegado Don Quijote y Sancho sorprendiendo a los nobles y las damas con sus frases caballerescas y refranes populares. Era un joven apuesto al que los Duques habían convertido en su mensajero para llevar al pueblo la fausta noticia del ascenso de Sancho Panza a gobernador de la ínsula Barataria. Estaba acostumbrado a tratar a jovencitas educadas y discretas. Comenzó el viaje medio en broma, siguiendo el juego que le habían encomendado en palacio y terminó descubriendo el encanto sencillo de Sanchica, ante la que cayó rendido.

El Ama es el alma de esta historia. Ella es una mujer independiente, que tiene sus dineritos ganados de su trabajo y que, cualquier día, monta un tenderete de puntillas en la feria de Almagro.
Apareció en la casa de Don Quijote después de quedarse viuda, muy joven aún, para cuidar a la Sobrina, que había perdido a su madre. Quiere a la muchacha como si fuera esa hija que no tuvo y la defiende de las malas lenguas del pueblo.
Aunque conoce los beneficios de la prudencia, no duda en tirar por la calle de en medio cuando su niña del alma está abrumada por la presión de los vecinos. La anima a ser valiente y afrontar los problemas con la frente bien alta. Y, por si fuera poco, y en aquella época, es capaz de no querer casarse y conservar su libertad.
Posiblemente haya aprendido a leer a escondidas y se conozca todos los libros de la casa. Pero nunca desvelará a nadie este secreto. Ni siquiera a la Sobrina.

Teresa es una gran mujer a pesar de su ordinariez. Es la que manda en casa y Sancho, que es un bendito, se deja mandar. Ella sabe cuándo hay que segar y cuándo catar las colmenas. Pero le sienta como un tiro que su marido, aparentemente tan sensato, sufra una abdución caballeril y se convierta en escudero sin más ni más. Y que la deje plantada con la cosecha en la era.
Como en el pueblo no hay muchas distracciones suele pasarse grandes ratos en la casa de al lado charlando con su comadre, el Ama, con la que se entiende estupendamente y con la que chismorrea de todas las vidas y milagros de los vecinos del lugar.
En el fondo es una soñadora y cree posible que se realicen las promesas de su Sancho. Así que, cuando se siente gobernadora, se quiere quitar la espina de villana y mirar por encima del hombro a las señoritingas del pueblo.

Sanchica es un amor envuelto en esparto. Se sabe ignorante y es humilde y trabajadora. Le hace confidencias a su amiga, la Sobrina, y juntas son cómplices de dichas y desventuras.

Y, un día, como en los cuentos, también a ella se le aparece un Príncipe Azul, vestido de Paje, que le promete sacarla de las tinieblas de la aldea y enseñarle la luz de la Corte.

¿Se encontrará con Miguel de Cervantes para que solucione su relación con el Paje?

La Sobrina sabe distinguir perfectamente la fantasía de las novelas de la realidad cotidiana porque, al contrario que a su tío Don Quijote, la lectura no le ha secado el cerebro, sino que se lo ha llenado de luz.
No es solo la señorita de pueblo, dedicada a bordar ese ajuar interminable lleno de encajes y bodoques. Es la mujer instruida, razonadora, capaz de enfrentarse al cura retrógrado y capaz de defender lo que de bueno tenía la locura de su tío. No está dispuesta a casarse porque se lo imponga nadie. Ni siquiera su tío, al que adora. Debe luchar contra las habladurías y las burlas aunque tiene miedo de enfrentarse a la calle que se ríe de ella.
Pero la Sobrina tiene dos magníficos aliados: su Ama, llena de sabiduría y conocimiento de la vida, y su intelectual enamorado, Sansón Carrasco. Los dos la ayudarán a sobrevivir y a superar ese escalón de dependencia que aún le queda para conseguir la auténtica libertad.

 

 

 



Acto I

Al subirse el telón aparece en el escenario una estancia de un hogar rural manchego del siglo XVII. Es una habitación entre sala de estar y comedor. En la pared del fondo, hay una puerta no muy grande que comunica con la biblioteca de DON QUIJOTE y que va a ser ocultada por el aparador colocado en un lateral. Éste es un mueble locero, con platos y botes de cerámica de Talavera. Entre los muebles y adornos rústicos se contempla una lanza vieja y oxidada, que, como una reliquia, recuerda a los antiguos hidalgos de la familia Quijano, que lucharon heroicamente en el pasado.
Necesariamente, se encuentran en este lugar los útiles de trabajo de nuestras mujeres, que, en este caso son varias sillas bajas y los correspondientes mundillos de hacer bolillos prestos a ser utilizados en cualquier momento. Es necesario que las actrices sepan hacer encaje, aunque sea una puntilla sencillita, para darle más verosimilitud a la actuación.
Esta obra, además de celebrar a DON QUIJOTE, quiere ser un homenaje a las encajeras de la Mancha que, en el Siglo de Oro alcanzaron su máximo esplendor.
Comienza la escena, antes de abrirse el telón con sonido de hoguera crepitando y, a lo lejos, en off., se escuchan las voces del CURA, MAESE NICOLÁS, el AMA y la SOBRINA, que están acabando de dar buena cuenta de la biblioteca de DON QUIJOTE.
BARBERO.-  ¡Arrojemos a la hoguera todos estos libros que han vuelto loco al mejor hidalgo de toda la tierra de La Mancha!
AMA.-  ¡Ahí va!
CURA.-  Mira cuántos hay aquí…
AMA.-   Yo tiro todos estos
SOBRINA.-  ¡Éste también!, Que ha sido uno de los que más ha enloquecido a mi tío.
AMA.-  …Y éste.
(Entran por un lateral TERESA y SANCHICA. Son toscas y zafias, las dos. Se limpian los mocos con el mandil o la manga, se arrascan exageradamente y se mueven con ordinariez.)
 (Tosiendo y espantando el humo.) TERESA.-  ¿Qué es lo que pasa aquí?
SANCHICA.-  Algo debe estar ardiendo desde hace un rato porque llega el humo hasta nuestra casa.
TERESA.-  ¡Ama!
 (A la vez.) SANCHICA.-  ¡Tonia!
 (Dentro.) CURA.-  Ojo, con lo que hacemos, porque todos esos que he colocado en el rincón, no se deben quemar.
 (Dentro.) BARBERO.-  …Todos.., todos… Hay que quemarlos todos. Que no quede en la casa ni rastro de estas perversiones.
 (Dentro.) AMA.-  ¡Hale, otro más!
 (Dentro.) CURA.-  No seas bruta, mujer, algunos libros son muy interesantes y enseñan cosas que es bueno saber.
TERESA.-  No las oyes?. Están ahí dentro, en la biblioteca de Don Alonso.
SANCHICA.-  Parece como que estuvieran haciendo fuego.
SOBRINA.-  Ya no quedan más que estos tres.
 (Dentro.) BARBERO.-   ¡Allá van!
SANCHICA.-  ¿No le estarán quemando los libros al hidalgo?
 (Dentro.) SOBRINA.-  ¡Ay!, ¡cuánto humo!  (Toses.) 
TERESA.-  ¡Ay, madre… cuando se entere!
 (Dentro.) AMA.-  ¿Mira que si se levantara tu tío ahora y nos pillara? ¡Sería capaz de coger la lanza y arremeter contra todos!
 (Dentro.) CURA.-  Será mejor cerrar la ventana y echar agua en la hoguera, para que no note nada.
 (Dentro.) BARBERO.-   Vayan saliendo todos de aquí, que yo me encargo de bajar al corral y de apagar el fuego con agua del pozo.
(El CURA, con el AMA y la SOBRINA, van entrando en la estancia que aparece en escena, a medida que hablan.)
 (Entrando mientras sacude las manos y la ropa.) AMA.-   Ahora, lo que tenemos que hacer es cambiar de sitio ese aparador para que cubra el hueco de la puerta y tu tío, Don Alonso, se confunda y no encuentre la habitación de los libros.  (Mirando a TERESA y SANCHICA.) ¿Estáis aquí vosotras? ¡Qué bien! Ayudadme, entonces, a quitar los cacharros para mover el mueble.
(Todo el mundo se dispone a despejar el aparador de vasijas.)
 (Entrando y dirigiéndose a la SOBRINA.) BARBERO.-  ¿Qué os ha parecido la hazaña?
SOBRINA.-  ¿Por qué me preguntáis a mí, con toda la gente que hay?
BARBERO.-  Por que sois la más hermosa…
CURA.-  Andad, dejaos de zalamerías y ayudadme a mover el mueble y tapar la puerta para confundir a Don Alonso.
BARBERO.-  Que me place. ¡Allá vamos!
(Mueven el aparador cómicamente entre el CURA y el BARBERO con gestos de grandísimo esfuerzo, con satisfacción de las mujeres que se sonríen pensando que ellas lo hubieran hecho antes y mejor.)
AMA.-   No saben vuestras mercedes cómo se lo agradecemos. Aunque solas también hubiéramos podido hacerlo. ¿Quieren tomar un poco de queso y un vasito de vino?
BARBERO.-  Imposible. Me esperan en la barbería para colocar unas sanguijuelas. Ya vendré más tarde a ver cómo se ha despertado el «Caballero Andante»  (Lo dice con mucho retintín.)  y charlar un rato con su encantadora Sobrina.  (La SOBRINA le mira desconcertada.) 
CURA.-  Voy a controlar la hoguera. Hasta luego.
AMA.-  Hasta luego.
SOBRINA.-  Adiós.
AMA.-  Ahora debemos colocar las piezas como estaban. Ayúdame tú, Teresa, y que las muchachas tejan.
(El AMA y TERESA colocan las vasijas y las van limpiando mientras ANTONIA y SANCHICA se sientan juntas a tejer, cerca del espectador. La SOBRINA tiene finos modales de hidalga pueblerina, mientras que SANCHICA se sienta y gesticula con ordinariez. Hablan muy sigilosas.)
SANCHICA.-  ¿Sabes quién ha venido?
SOBRINA.-  ¿Quién?
SANCHICA.-  ¡El bachiller!
 (Muy emocionada.) SOBRINA.-  ¿Cuándo?
SANCHICA.-  Anoche.
 (Coqueta.) SOBRINA.-  Me tengo que arreglar. No quiero que me encuentre oliendo a humo.
SANCHICA.-  ¿No te han dado noticias de su llegada?
SOBRINA.-  Vendrá él mismo a dármelas. Como siempre.
SANCHICA.-  ¡Qué suerte tienes!… yo no tengo un enamorado que me quiera así…
SOBRINA.-  ¿…Y Lope Tocho? …¿o es que ya no te quiere? (Se miran con complicidad.) 
SANCHICA.-  ¡Bah!
 (Acercándose a las jóvenes.) TERESA.-  ¿Qué secretos os traéis, muchachas?
SANCHICA.-  Ninguno, madre… Estábamos hablando.
TERESA.-  Ya.., ya… Mejor será que nos vayamos, no sea que se levante de la cama el señor hidalgo y arme una trifulca como no encuentre sus libros.
SANCHICA.  – … Pero… si acabamos de empezar…
TERESA.-  Nada. no quiero que te metas en líos.  (Se la lleva.) 
SANCHICA.-  Hasta luego.
(Mientras tanto, el AMA se sienta muy cansada y coge su mundillo de hacer encaje. El trabajo no ha sido para menos: acaba de cargarse la labor de muchos años de coleccionismo de libros por DON QUIJOTE. Ambas hablan mientras trabajan.)
AMA.-  ¡Ay, qué silla más rica!
SOBRINA.-  ¿Estáis cansada?  (Música y silencio mientras tejen.) (Reflexionando.)  …Ama… Ama…
AMA.-  ¿Qué dices, hija?
SOBRINA.-  …Ama, ¿creéis que habremos hecho bien… con eso de quemar los libros?
AMA.-  Naturalmente, muchacha. Esos libros han sido la perdición para esta familia. (Siguen trabajando el encaje.) 
SOBRINA.-  ¿Cómo vais con esa puntilla nueva que os enseñaron en vuestro pueblo?
AMA.-  Es un poco complicada, no creas. Mira.  (Se acerca la SOBRINA y observa con detenimiento la labor.) 
SOBRINA.-  ¿Y esas rayas del cartón? ,¿qué significan?
AMA.-  Eres un lince, hija. Quería darte una sorpresa cuando lo tuviera hecho.
 (Curiosa.) SOBRINA.-  Pero ¿qué es?
AMA.-  Es un punto nuevo, “punto de la Virgen”, creo que se llama.
SOBRINA.-  ¿Me lo enseñaréis?
AMA.-  ¡Faltaría más! ¿para quién, si no es para ti, aprendo yo tantos encajes?
SOBRINA.-  Pues para venderlos en la feria de Almagro… y sacar buenos dineros por ello…
AMA.-  Anda… anda… Déjate de conversación y trabaja…  (Vuelven las dos al mundillo. Música) 
 (Con tristeza.) SOBRINA.-  …Eran hermosos…
AMA.-  ¿Hermosos? ¿Cuáles? ¿Los encajes?
SOBRINA.-  Los libros del tío… (Melancólica.) Yo aprendí a leer en ellos.
AMA.-  No se te ocurra decirle a nadie que sabes leer… y mucho menos que has leído los mismos libros que tu tío… Pensarán que tú también estás… loca.  (Hace un gesto significativo.) 
SOBRINA.-  …Que no, Ama. Que todo el mundo que lee no se vuelve loco… mira los sabios.
AMA.-  ¿Y por qué se ha vuelto así mi señor, Don Alonso? ¿Por qué?
 (Pensando.) SOBRINA.-  Yo creo que se empezó a volver así desde que Aldonza Lorenzo se marchó del pueblo.
AMA.-  ¿Desde que se fue al Toboso?… Pues ya han pasado unos años… ya.
SOBRINA.-  Los mismos que hace que mi tío se encerró en su habitación.
AMA.-   Aldonza no le hizo nunca demasiado caso.
SOBRINA.-  Pero, ¿le llegó a pedir matrimonio, en serio?
AMA.-  ¡Qué va! Tu tío ha sido siempre muy tímido para las mujeres. Era del dominio público que estaba enamorado de Aldonza, pero él jamás le dijo nada.
SOBRINA.-  A lo mejor se marchó al Toboso, aburrida de que nunca se le declarara.
AMA.-  No te digo que no.
SOBRINA.-  … Y mi tío, en vez de ir a buscarla, que es lo que tenía que haber hecho, se dedicó a leer y leer…
AMA.-  …leer…hasta la ruina.
SOBRINA.-  La locura no es la ruina.
AMA.-  …En este caso, han venido juntas.
SOBRINA.-  …¿Por qué?
AMA.-  …Pues porque los libros cuestan caros… y tu tío ha ido vendiendo la hacienda poco a poco… y apenas tenemos para vivir.
SOBRINA.-  ¿No tenemos dinero?…
AMA.-  No
SOBRINA.-  ¿Pero nada… nada?… Entonces, ¿de qué comemos?
AMA.-  Gracias a mis ahorros… y al barbero, que le presta algunas veces…
SOBRINA.-  Siempre fue el mejor amigo del tío Alonso.
AMA.-  Pero, ahora… me ha dicho que quiere cobrar.
SOBRINA.-  ¿Y, de dónde va a cobrar si no tenemos fincas ni dineros?
AMA.-   Ahí está lo malo… piensa que como no hay dinero… y tú no te vas a poder casar con otro, porque eres pobre… lo mejor sería… que… que…  (Apenas perceptible.)  que tú te casaras con él…
SOBRINA.-  ¿Qué?
 (Alto.) AMA.-  Que tú te casaras con el barbero.
SOBRINA.-  ¿Que yo me case con ese viejo de maese Nicolás? ¡Ni en sueños, Ama!… ¡Antes me meto monja, que casarme con él!
AMA.-  …es que…
SOBRINA.-  ¿Qué?
AMA.-  Que tu tío ya le ha apalabrado el matrimonio, si no me equivoco.
SOBRINA.-  ¿Sin contar conmigo? Ahora sí que me doy cuenta de que está loco. En su sano juicio, jamás hubiera hecho eso.
AMA.-  Es muy astuto el barbero… él fue el que ideó lo de quemar los libros.
SOBRINA.-  Porque… podría haberse quedado con ellos… y así se cobraba la deuda… Pero, de esta manera… en vez de cobrarse en libros… se cobrará en Sobrina… ¡Qué bien!
AMA.-  Los hombres, siempre se cobran en especie, hija.
SOBRINA.-  Ya veo, ya… Por eso anda persiguiéndome continuamente… y poniendo cara de pasmado.
 (Acariciándola.) AMA.-  ¡Mi niña!… Es que…A lo mejor te convenía hacerle caso…
SOBRINA.-  ¿Qué?
AMA.-   Es que… Ahora…, Sansón Carrasco… ya no te querrá.
 (Soltando el mundillo y poniéndose de pie, muy enfadada.) SOBRINA.-  ¡No hay más esques, Ama! …¿Vos creéis que mi Sansón me va a abandonar sólo porque sea pobre? ¿Verdad? ¡Mal le conocéis!
AMA.-   Ojalá te quiera, como dices.
SOBRINA.-  ¡Sansón me quiere!
AMA.-  Ya lo veremos… Creo que acaba de llegar de Salamanca con el título de BACHILLER.
SOBRINA.-  Ya lo sabía.
AMA.-   Ya… Y no me lo habías contado, ¡picarona!.  (Se oyen ruidos en el interior. DON QUIJOTE se está rebullendo.) Me marcho. Tu tío se acaba de despertar y, como se presente pidiendo explicaciones, no voy a saber qué decirle.  (Se va el AMA.) 
SOBRINA.-  ¿Y me dejáis a mí sola para que resuelva el problema, ¿no?  (Vuelve a coger la labor, que está muy enredada.)  ¡Lo que me faltaba! ¡Los bolillos, enredados!
(Música. DON QUIJOTE entra el la estancia y se dirige con gran parsimonia hacia el aparador situado delante de la puerta. Toca el mueble, se separa de él intentando mirar con perspectiva, se vuelve a acercar. Detrás entra el AMA. Escena lenta y cómica.)
 (Mirando a su tío de reojo.) SOBRINA.-  ¿Qué buscáis, tío?
DON QUIJOTE.-  ¿Hacia qué parte está el aposento de mis libros, hija?  (El AMA y la SOBRINA se miran en silencio.) 
AMA.-  ¿Qué aposentos busca vuestra merced?. Ya no hay aposentos ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mismo diablo.
SOBRINA.-  …Que no era el diablo, Ama.., sino un encantador que se metió dentro de la estancia y, cuando salió volando, dejó la casa llena de humo… y ya no quedaban libros ni nada. Dijo que se llamaba el sabio Muñatón.
DON QUIJOTE.-  Frestón, sería.
AMA.-  No sé si se llamaba Frestón o Fritón. Sólo sé que acababa en ton.
DON QUIJOTE.-   Así es.
AMA.-  ¿Fritón?
 (A la vez.) SOBRINA.-  ¿Frestón?
DON QUIJOTE.-  Frestón, digo.  (Exaltado.)  Es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza porque yo voy a vencer en singular combate a otro caballero a quien él favorece.
SOBRINA.-  ¿Pero, quién le mete a usted, señor tío en esas pendencias?. Mejor estaría en su casa, y no irse por el mundo a desfacer entuertos… Mire que muchos van por lana y vuelven trasquilados…
 (Muy excitado.) DON QUIJOTE.-   ¡Oh, Sobrina mía! Primero que a mí me trasquilen, …  (Agarra la lanza que está colocada en la pared y hace ademán de atacar.)  Pelaré yo las barbas a cuantos imaginaren tocarme en la punta de un solo cabello… (Continua luchando contra alguien imaginario.) 
AMA.-  Calma, mi señor Don Alonso.., calma… Vuélvase a la cama y tranquilícese, que enseguida le voy a llevar un caldito para que se reponga.
(El AMA sale de la estancia acompañando a DON QUIJOTE seguido de la SOBRINA. Música. Al cabo de un ratito vuelve la SOBRINA con ropa más elegante y acicalándose. Se ha arreglado por si viene a verla su enamorado. Hojea un libro mientras se sienta de nuevo sin apartar los ojos de él. En lo mejor de la lectura, aparece el CURA. La SOBRINA esconde con rapidez el libro debajo del delantal.)
CURA.-  ¿Qué guardas con tanto secreto?
SOBRINA.-  Nada…Este libro que vuestra merced ha salvado de la hoguera.
CURA.-  ¡Dámelo!
SOBRINA.-  … Es que… que… quería leerlo…
CURA.-  ¿Leerlo? ¿Es que sabes leer?
SOBRINA.-  ¡Claro!
CURA.-  ¿Y cómo no me lo habías dicho nunca en confesión?
SOBRINA.-  ¿Por qué había de decirlo?
CURA.-  ¡Es pecado!
SOBRINA.-  ¿Pecado? ¿Por qué?
CURA.-  Pecado, sí. ¿Quién te ha enseñado ese vicio de la lectura?
SOBRINA.-  Mi señor tío, don Alonso Quijano… a quien todos llaman «El Bueno».
CURA.-  Tu tío… tu tío… ¿No sabes que está loco?
SOBRINA.-  ¿Qué tiene de malo leer?… Vuestra merced también lee…
CURA.-  … Pero yo leo en latín… y soy hombre… y soy cura… ¡Tú eres mujer!
SOBRINA.-  ¿Las mujeres no podemos leer?
CURA.-  ¡No! Mira lo que le ha pasado a tu tío, ¡siendo hombre!… Los libros hacen pensar y eso no es bueno para las mujeres.
SOBRINA.-  ¿Qué es bueno para nosotras?
CURA.-  Para las doncellas es bueno rezar, cuidar la casa, reír con moderación y prepararse para ser una buena esposa que le dé muchos hijos a su marido.
SOBRINA.-  Yo no voy a tener marido. Soy demasiado pobre para eso. (Taimado.) 
CURA.-  De acuerdo. Pero algún buen hombre… como maese Nicolás… no tendría inconveniente en desposarte y darte una honorable familia.
 (Indignadísima.) SOBRINA.-  ¡Mi familia, que es una familia hidalga, puede que no tenga dinero, pero no por eso deja de tener honor y dignidad!
CURA.-  No me rechistes, que soy hombre de Dios.
SOBRINA.-  ¡Yo no me quiero casar con el barbero!
CURA.-  ¡Tienes la lengua larga y eso no es bueno para una doncella honesta y recatada!… ¡Dame ese libro!
SOBRINA.-  Este libro es de mi tío, don Quijote de la Mancha, ¡y no se lo voy a dar!
CURA.-  ¡Le llamas Don Quijote! … ¡Justificas sus locuras!… ¡Dame ese libro endemoniado de caballerías que ha secado el cerebro de tu tío!
SOBRINA.-  ¡No!
 (El CURA quiere quitarle el libro a la SOBRINA y ella se resiste.) CURA.-  ¡Dámelo!
SOBRINA.-  ¡No! ¡Y lo leeré cuantas veces quiera!
CURA.-  ¡Arderás en el infierno por toda la eternidad!  (Sale muy enfadado. Queda la SOBRINA llorando. Música triste. Al cabo de unos minutos entra el BACHILLER.) 
BACHILLER.-  ¡Tonia!
 (Acercándose y abrazándose a él.) SOBRINA.-  ¡Sansón!
BACHILLER.-  ¡Tonia mía!
SOBRINA.-  ¡Cuántas ganas tenía de que llegarais!
BACHILLER.-  Ya estoy aquí para siempre… Pero…¿por qué lloráis?
SOBRINA.-  Por dos cosas.
BACHILLER.-  ¿Dos cosa graves?… A saber…
SOBRINA.-  El cura me ha dicho que voy a arder en los infiernos.
BACHILLER.-  ¿Por qué?
SOBRINA.-  Porque sé leer.
BACHILLER.-  No os preocupéis: leer no es malo.
SOBRINA.-  Mirad lo que le ha ocurrido a mi tío.
BACHILLER.-  Eso ha sido por leer demasiado: todo hay que hacerlo con medida.
SOBRINA.-  ¿Tampoco es malo para las mujeres?
BACHILLER.-  Ni para las mujeres.
SOBRINA.-  ¿Y por qué dice el cura que es pecado el que las mujeres lean?
BACHILLER.-  Porque es un cura que no ha salido del pueblo y no sabe que en Salamanca y en la corte hay doncellas y damas honorables que leen de corrido y con buena entonación… ¿A vos os gusta leer?
 (Mimosa.) SOBRINA.-  … Sobre todos vuestros versos.
BACHILLER.-  A mí me gusta leer en vuestros ojos…  (Le limpia las lágrimas con un pañuelo.) … que no deben llorar…  (La besa en la nariz.)  ¿Cual es la segunda causa que os apena?
SOBRINA.-  Me da miedo decíroslo?
BACHILLER.-  ¿Por qué?
SOBRINA.-  Porque … me quieren separar de vos.
BACHILLER.-  ¿Separaros de mí?… ¿Quién?
SOBRINA.-  El barbero, maese Nicolás?
BACHILLER.-  ¿Que quiere hacer maese Nicolás con vos?
SOBRINA.-  Casarse.
 (Indignado.) BACHILLER.-  .¿Con vos?… Pero vos… no querréis.
SOBRINA.-  Claro que no. Pero como mi tío, Don Quijote, le debe tanto dinero, él ha pensado que una manera de cobrárselo sería casándose conmigo…  (Llorando, de nuevo.) … ¡Y yo os quiero a vos!  (Abraza al BACHILLER.) 
BACHILLER.-  ¡Vuestro tío está loco!
SOBRINA.-  Me siento como si estuviera prisionera. ¡Ay!  (Llora.) 
BACHILLER.-  ¿Me dejáis que sea vuestro caballero y os libere de la prisión?
SOBRINA.-  ¡Ay! ¿Qué decís?…¿A vos también os gustan los libros de caballerías?
BACHILLER.-  Claro… Aunque estén un poco pasados de moda.
SOBRINA.-  En los libros no existe el tiempo. Con ellos podemos transportarnos a cualquier época.
 (Muy teatral.) BACHILLER.-  Yo seré un caballero que os salva del matrimonio con el viejo barbero… y vos la dama de mis pensamientos, como Dulcinea.
SOBRINA.-  ¿Quién es Dulcinea?
BACHILLER.-  Dulcinea del Toboso, ¿no la conocéis? Es una dama de ese lugar, de la que, según parece, vuestro tío, Don Quijote, anda enamorado y a la que dedica todos sus pensamientos y sus hazañas.
SOBRINA.  -Mi tío, de quien anda enamorado es de Aldonza, la vecina que se marchó a vivir al Toboso… la hija del señor Lorenzo Corchuelo.
BACHILLER.-  ¿Aldonza Lorenzo? No importa. Él la ha ennoblecido llamándola Dulcinea.
SOBRINA.-  Eso lo ha sacado de los libros de Caballerías. Todos son iguales: siempre hay un caballero valiente que lucha por el amor de su dama. ¿Vos lucharéis por mí?
BACHILLER.-   ¡Siempre!
SOBRINA.-  Os tendréis que buscar un nombre pomposo para cubrirlo de fama… ¿Cómo os llamaréis?
BACHILLER.-  Me lo buscaréis vos.
SOBRINA.-  ¿Y qué nombre me pondréis a mí?
 (Pensando.) BACHILLER.-  … Pues… ¿Qué os parece…Sobrinea?
SOBRINA.-  ¿Por qué Sobrinea?
BACHILLER.-  … Porque sois la Sobrina de Don Quijote, ¿no?
SOBRINA.-  ¿Sobrinea?…¿ Y qué más?
BACHILLER.-  ¿Qué os parece «Sobrinea de la Mancha»? Pues manchega sois.
SOBRINA.-  De pura cepa…y a mucha honra… y Sobrina del más loco manchego de todos los tiempos.
BACHILLER.-  Pero nosotros tenemos que conseguir que se vuelva cuerdo, de nuevo.
SOBRINA.-  Eso digo yo. ¿Y qué haremos?
BACHILLER.-  Mañana mismo, os pido en matrimonio a vuestro tío. Si aún le queda algo de cordura, no dudará en darme vuestra mano.
SOBRINA.-  ¿Mañana mismo?
BACHILLER.-  ¡Mañana, mi Sobrinea!  (La abraza.) 
SOBRINA.-  …Mañana, mi Caballero…
BACHILLER.-  ¿Caballero de qué?
 (Mirando por la ventana.) SOBRINA.-  Caballero de la Blanca Luna… No encuentro título más alto.  (Se abrazan.) 
BACHILLER.-  ¡Vamos a decírselo al Ama…!
SOBRINA.-  ¡Vamos!
(Salen de la estancia que se va quedando en penumbra poco a poco. Cuando está casi a oscuras, aparece DON QUIJOTE en camisola con unas babuchas el la mano para no hacer ruido y una rodela bajo el brazo, cómicamente. En la otra, lleva una vela. Se sienta en una silla y se pone las medias.
Si parece oportuno, coge una aguja de la labor de la SOBRINA y se cose una media. Es de noche. Mira con insistencia hacia la puerta hasta que, sigilosamente, entra SANCHO).
SANCHO.-  ¿Pero todavía anda vuestra merced con ropa de dormir?¿Piensa salir de esa guisa a recorrer el mundo?
DON QUIJOTE.-  No, hombre, no. Tengo la armadura bien guardada en la cuadra. Al salir me has de ayudar a ajustármela…. Oye, Sancho, ¿tenemos ya todo preparado para irnos a buscar aventuras?.
SANCHO.-  Yo traigo todo lo que usted me dijo: las alforjas, la bota y la comida, ¿usted tiene la muda y el dinero que nos hará falta?
DON QUIJOTE.-  Todo. Todo lo tengo aquí escondido. Toma.  (Le da un hatillo y una bolsa con dinero.)  ¿pero dónde tienes las alforjas?
SANCHO.-  ¿Dónde las voy a tener? A lomos de mi burro, Rucio, que he dejado en la cuadra junto a Rocinante.
DON QUIJOTE.-  ¿Tu burro Rucio?…  (Pensando.)  … No sé, no sé… No recuerdo haber leído en ningún libro de caballerías que los caballeros andantes llevaran escuderos montados en burro.
SANCHO.-  Pues, lo que es, yo, Sancho Panza, no estoy dispuesto a recorrer los caminos andando junto a su caballo, por muchas ínsulas que me haya prometido vuestra merced.
DON QUIJOTE.-  Todo se andará, amigo Sancho. Todo se andará.
 (Soñador.) SANCHO.-   …A lo mejor, si por un milagro, lo que conquista vuestra merced es un reino, yo sería rey y mi mujer, Teresa, sería reina y mis hijos infantes.
DON QUIJOTE.-  Pues, ¿quién lo duda?
SANCHO.-  Yo lo dudo… Creo que a mi mujer… condesa le caerá mejor.
DON QUIJOTE.-   ¿Te has despedido de Teresa, tu mujer, y de tu hija?
SANCHO.-   No, mi amo. Usted tampoco se ha despedido de su Sobrina y del Ama, ¿verdad?
DON QUIJOTE.-   No. De nadie. Y hemos de salir enseguida para que cuando amanezca y nos echen en falta, no puedan encontrarnos.
SANCHO.-  ¿Le parece a vuestra merced que cojamos el camino de Montiel?
DON QUIJOTE.-  Eso había pensado yo mismo. Pero antes, espera que me encomiende a la dama de mis pensamientos para que me proteja en mis aventuras.
SANCHO.-  ¿Quién es la dama de sus pensamientos, mi amo?
 (Con gran solemnidad.) DON QUIJOTE.-  Sólo sé decir, respondiendo a lo que me pides, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; sus cabellos son de oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos y su blancura nieve.
SANCHO.-  El linaje, prosapia y alcurnia, quisiera yo saber…
DON QUIJOTE.-  Procede de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque moderno, tal, que puede dar generoso principio a las más ilustres familias de venideros siglos.
SANCHO.-  ¿Y a ella, se quiere vuestra merced encomendar?
(DON QUIJOTE, se coloca en el escenario, frente al público, y, con la mano en su corazón y los ojos hacia el cielo, le dirige una oración a DULCINEA, mientras se oye una música suavísima. SANCHO le mira sin comprenderle mucho.)
DON QUIJOTE.-  ¡Oh, señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, ayudad a vuestro caballero, que, por satisfacer a la vuestra mucha bondad, sale hacia el mundo, dispuesto a buscar las más difíciles aventuras!
SANCHO.-  Amén.  (Al ver que ya se ha relajado su señor.) Pues salgamos de este lugar de la Mancha a librar batallas y ganar ínsulas para que pueda gobernarlas Sancho Panza.
DON QUIJOTE.-  Salgamos, Sancho amigo, que ya es el alba.  (Cogen sus cosas y se ponen a salir de la estancia muy sigilosos.) 
TELÓN

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Mientras cabalga Don Quijote

Acto II
(En la misma estancia del acto anterior, que tiene dos entradas laterales, se van a cruzar los personajes siempre en solitario y a gran velocidad. El AMA y TERESA están muy enfadadas y hablan a voces. El CURA y MAESE NICOLÁS andan preocupados por las noticias que acaban de recibir.)
 (Cruzando la escena con cara de mal genio y llevando un gran cesto.) 
  ¡Esto no hay quién lo aguante!  (Mutis.) 
 (Cruzando en dirección contraria y por otra puerta, también cargada.) TERESA.-  ¡Quién me iba a decir a mí, que me estaría sola para hacer la cosecha!
 (Cruza de nuevo, esta vez cargada con aperos de labranza y no dice nada.) 
 (Entra enfadada y se detiene en medio del monólogo, dejando un cubo en el suelo.) TERESA.-  ¡Ya se puede buscar una buena disculpa!… Es que no me puedo creer que me haya hecho esto ¡a mí!… que siempre le he tratado bien… ¡a quién se le ocurre! ¡Vamos!  (Coge el cubo y sale.) …Este marido mío es un insensato…
  (Entrando y deteniéndose con TERESA.)  AMA.-  Y, ¿quién saca las castañas del fuego?… ¿Eh?… ¿Quién?…las mujeres como siempre…
TERESA.-  … Y, encima, se ha ido el pastor… menos mal que Sanchica me ha dicho que se va a encargar de las ovejas… Pero… ¿quién hará el queso, si ella está en el campo?… ¿cómo se le habrá ocurrido a mi Sancho, marcharse de casa en esta situación…? ¡Ay, ay!  (Sale.) 
AMA.-  ¿Y nosotras? ¿Qué hacemos nosotras solas en la casa?… Porque trabajar, lo que se dice trabajar, mi señor Don Quijote no ha trabajado nunca mucho… la verdad… Pero su sola presencia, aunque viviera su vida rodeado de libros… no sé… era otra cosa.
 (Hablando sola.) TERESA.-  ¡Esto sí que no se lo perdono! ¡Faltaría más!  (Dirigiéndose al AMA.)  ¿Qué te parece?… ¿Y yo que creía que hablaba en broma cuando me decía: Teresa, ya verás cómo mejoramos de fortuna; Teresa, ¡qué guapa estarás vestida con ricos terciopelos!; Teresa, ya verás como en muy poco tiempo vas a ser gobernadora de una ínsula… y aquí me tienes… preparando los aperos de la cosecha, que se viene encima porque el bueno de Sancho Panza, se ha ido por esos mundos de Dios a conquistar ínsulas.
AMA.-  Pues qué quieres que te diga. Los hombres son imprevisibles… porque tú Sancho no está loco como mi señor, ¿verdad?
TERESA.-  No, no… Mi Sancho está muy en sus cabales.
AMA.-  Y, sin embargo se ha dejado embaucar por las promesas de DON QUIJOTE.
 (Un poco molesta por lo que acaba de decir el AMA.) TERESA.-  … o puede que se haya ido con él para hacerle entrar en razón.
AMA.-  … Pues es verdad… No había caído en ello… Perdona, hija. ¿Traes la leche del ordeño?
TERESA.-  Aquí la tengo, en el caldero. Vamos dentro que yo haré los quesos hoy.  (Mutis.) 
 (Llamando a la puerta.) BARBERO.-  ¿Ama? ¿Tonia?…
 (A voces.) AMA.-  ¡¡¡Tonia!!!… Dónde estará esta chiquilla, ahora… ¡Tonia!  (Mutis.) 
 (Desde dentro.)  TERESA.-  Está con Sanchica.
 (Entrando.) BARBERO.  No hay nadie  (Busca con la mirada y como no encuentra a nadie, se va.) 
CURA.-  Nicolás… ¿Dónde está, maese Nicolás?  (Busca con la mirada y se va.) 
(Entran en escena simultáneamente el AMA, TERESA, el CURA y MAESE NICOLÁS tropezando entre sí. Hablan a la vez.)
AMA.-  ¿Qué hacen ustedes aquí?
CURA.-  Perdón.
TERESA.-  ¡Ay!
BARBERO.  ¡Al fin!
AMA.-  Pero, ¿qué pasa?.  (Al CURA y a MAESE NICOLÁS.)  ¿Que ha ocurrido para que vuestras mercedes vengan a la casa? ¿Saben algo de mi amo?
BARBERO.-  … Es que… ha venido el molinero de un pueblo cercano a pedir reparación porque, según dice, Don Quijote le ha estropeado las aspas de su molino al arremeterlo con la lanza.
AMA.-   ¿Don Quijote?
TERESA.-  ¿Y, para qué quería Don Quijote arremeter contra un molino?… Ese hombre no sabe lo que dice…
CURA.-  Es… que, según parece, nuestro amigo, Don Quijote, confundió los molinos con gigantes peligrosos, que le iban a atacar…
BARBERO.-  … y les ofreció batalla…
AMA.-  ¡Ay, madre!
TERESA.-  ¿Y Sancho? ¿No estaba con él para disuadirle? Porque mi Sancho, otra cosa no tendrá… pero sentido común, no le falta.
AMA.-  Poco conoces a mi amo… cuando le da la locura, lo vive todo tan intensamente, que se cree que es realidad.
TERESA.-  ¿Y vienen ya para acá?
BARBERO.-  ¡Qué va…!
CURA.-  Y no entiende a dónde han podido ir ya que, parece ser, que Don Quijote estaba bastante magullado.
BARBERO.-  Precisamente, el molinero ha venido a cobrarse la deuda porque les ha perdido la pista… Y dice que si no cobra, le denuncia a la Santa Hermandad.
AMA.-   ¿Y viene aquí para que yo le pague?
BARBERO.-  Tiene que tener algo de dinero, porque yo mismo le entregué a Don Quijote una bolsa de ducados, no hace muchos días, después de recuperarse de su enfermedad.
AMA.-   ¿Una bolsa, dice? … Pues se la habrá llevado con él. Porque aquí no hemos visto un real.
BARBERO.-  Entonces, le pagaré yo mismo, para que se marche de una vez y nos deje en paz… Ya lo cobraré todo junto.
 (Muy decidida.) AMA.-  ¡No! ¡Mientras viva yo, y mientras a mí me quede un maravedí, vuestra merced no le va a adelantar más dineros a mi amo. Ya lo pondré yo de mis ahorros.
BARBERO.-  No os enfadéis, mujer.
AMA.-  Claro que me enfado. Como que le veo venir. .. y sé que se lo quiere cobrar casándose con la chiquilla.
BARBERO.-  ¿Y le parece mal que me quiera casar con ella?
AMA.-  Naturalmente que me parece mal. Primero porque vuestra merced es un carcamal, que tenía que buscarse una mujer de su edad, y segundo porque, la pobre, anda enamorada de un mozo joven y guapo.
BARBERO.-  ¿Ah sí? ¿Y quién es?
AMA.-  No tenía otra cosa que hacer yo que contárselo. Averígüelo como pueda… Y vámonos adentro, que le pago la deuda.
CURA.-  Vamos.
BARBERO.-   Allá voy… pero es usted una mal pensada.  (Salen todos menos TERESA.) 
(Al cabo de unos minutos, entra el AMA.)
AMA.-   Pues maese Nicolás está decidido a hacer méritos para enamorar a la pobre Tonia. Dice que va a venir esta tarde. Pero al molinero le he pagado yo… ¡Faltaría más!
TERESA.-  ¿De dónde has sacado el dinero?
AMA.-  De mis encajes… ¿Qué te creías?… Llevo muchos años vendiendo puntillas. Aunque soy criada de Don Quijote, soy más rica que él.
TERESA.-  ¿Qué ha dicho el barbero?
AMA.-  Se ha quedado de una pieza. Lo que menos se esperaba es que pudiera pagarle. Creo que este hombre no se había fijado en mí hasta hoy.
TERESA.-  Si lo que busca es dinero, tú llevas una dote mejor que la muchacha… ¡No te digo!. (Mutis de las dos mujeres.) 
(Queda la escena en penumbra dando la sensación de que ha pasado un tiempo. Puede haber dos momentos musicales y dos iluminaciones diferentes. Se va encendiendo lentamente la luz y aparecen llorando la SOBRINA y SANCHICA acompañadas del BACHILLER.)
SOBRINA.  ¡Ay, qué vergüenza!
BACHILLER.-  Mujer… que no es para tanto.
SANCHICA.-  ¡Pero que vergüenza!… ¡Esto no se puede aguantar!
SOBRINA.-  Todo el mundo nos miraba…
SANCHICA.-  … y se reía por lo bajo… ¡Ay, ay!
SOBRINA.-  … y nos señalaba con el dedo…¡Ay, ay, ay!
BACHILLER.-  No os pongáis así… No es cierto que la gente se burlara de vosotras.
SANCHICA.-  .. ¿Cómo que no?… ¿es que no me miraban cuando contaban que, a mi pobre padre, le han manteado en la posada?… y se han reído de él…
SOBRINA.-  …¿y cuando decían que a mi tío casi le corta una oreja ese… vizcaíno… o lo que fuera…?
SANCHICA.-  …Y dicen los cantares que mi padre quiere gobernar una ínsula…
SOBRINA.-  ¡Ay, ay, ay,!… menos mal que aparecisteis vos, y nos sacasteis de allí.
SANCHICA.-  ¡Ay, ay, ay!…Y os encarasteis con la gente que nos hacía burla….
BACHILLER.-  Vamos… dejad de llorar las dos, que la cosa no es para tanto… Ya sabéis lo que son los romances de ciego.
SANCHICA.-  Me voy a decírselo a mi madre.  (Sorbiéndose los mocos.) 
 (Conteniéndola.) BACHILLER.-  Ni se te ocurra. Tu madre no tiene que enterarse de nada.
 (Dándole un pañuelo.) SOBRINA.-  Límpiate esos ojos para que no note que has llorado.
BACHILLER.-  …y no se te escape decirle que le han robado el burro a tu padre.
SANCHICA.-  Encima está lo del pobre Rucio… yo lo he cuidado desde que nació.  (Sale limpiándose los mocos y las lágrimas.) 
 (A solas con la SOBRINA. Limpiándole las lágrimas.) BACHILLER.-  Vos tampoco debéis llorar.
SOBRINA.-  ¿Cómo no voy a llorar si mi tío Don Quijote va haciendo el ridículo por el mundo?
BACHILLER.-  No, Tonia. Hacer el bien no es hacer el ridículo.
SOBRINA.-  Buscar la gloria “desfaciendo entuertos”, como él lo llama, y como él lo hace… es hacer el ridículo.
BACHILLER.-  Entre el ridículo y la gloria hay un solo paso.
SOBRINA.-  Claro que hay un solo paso: él está en Sierra Morena deshaciendo entuertos , enmendándole la plana a la ley, amparando doncellas y creyendo que va a conquistar un reino para que lo gobierne Sancho Panza… Eso debe ser la gloria… Nosotras estamos en casa muertas de vergüenza, sin atrevernos a salir a la calle porque todo el mundo nos mira como la familia de un loco que se cree caballero andante… Eso es el ridículo… ¡el ridículo! ¿Os enteráis?  (El AMA va a entrar, pero se detiene al escuchar los lamentos de la SOBRINA.) 
 (Entrando.) AMA.-   ¿Qué estoy oyendo? ¿Tú también andas acobardada como Sanchica?
SOBRINA.-  ¿Me habéis oído?
AMA.-  Te he oído a ti y la he oído a ella, que me ha contado lo de los cantares… Y una no está dispuesta a ver a mi niña llorando y escondiéndose porque su señor tío haya decidido enmendar las sinrazones de este mundo a golpe de lanza.
SOBRINA.-  ¿Y qué podemos hacer si no lamentarnos?
AMA.-  Trocando el ridículo en gloria.
SOBRINA.-  ¿Cómo podemos hacer eso?
AMA.-  Aceptando la realidad y obrando en consecuencia.
 (Sin enterarse mucho de lo que quiere decir el AMA.) SOBRINA.-  … Obrando en consecuencia… ¿Qué es eso?
AMA.-  Ir por la vida con la cabeza bien alta.
BACHILLER.-  Tiene razón el Ama. Sencillamente que, en vez de esconderos, sepáis dar la cara por vuestro querido tío… Que en vez de ocultar vuestro linaje, vayáis pregonando que sois Sobrinea de la Mancha, la orgullosa Sobrina del Caballero de la Triste Figura. ¿Es eso lo que proponéis, Ama?
AMA.-  ¡Pero, qué relisto sois, hijo!… Os dejo solo con ella, que con esa labia de Salamanca, se lo explicaréis mucho mejor que yo…  (A la SOBRINA.) Y, nada de andar con los ojos gachos…  (Acompañándose con el gesto.) ¡Así hay que ir!.  (Se va el AMA con mucho poderío.) 
SOBRINA.-  ¡Qué vergüenza, Dios mío…! Yo no me atrevo.
BACHILLER.-  Ese es el quid de la cuestión: que os ocultéis del mundo o que os pongáis el mundo por montera… ¡Atreveos!
SOBRINA.-  No me creo capaz.
BACHILLER.-  Mi amor os ayudará…Mi Sobrinea.
SOBRINA.-  ¿Pero eso no era nuestro juego?
BACHILLER.-  Dejemos al mundo entero que juegue el juego de la caballería andante.
SOBRINA.-  Me parece que estamos todos un poco locos…, mi caballero de la Blanca Luna.
BACHILLER.-  Todos necesitamos un poco de locura, para poner verdadera cordura en nuestras vidas.
(Se abrazan los enamorados y hacen mutis despacio. Se apaga la luz mientras se escucha una música animosa. Al encenderse la luz, de nuevo, llaman a la puerta. Sale el AMA a abrir. Entran el CURA y MAESE NICOLÁS con TERESA.)
CURA.-  Ama, ¿Ya han llegado?
AMA.-  ¿Quién tiene que llegar?
BARBERO.-  La Santa Hermandad, Ama.
TERESA.-  La Santa Hermandad
 (A la vez.) AMA.-  ¿La Santa Hermandad?
CURA.-  La Santa Hermandad, sí. Que está buscando a Don Quijote para encarcelarle.
AMA.-  ¿Encarcelarle? ¡Dios mío!… Si ya lo decía yo…
TERESA.-  ¿Y, también van a encarcelar a mi Sancho?
BARBERO.-  … No lo sabemos, Teresa. Pero hay traerles a casa enseguida.
AMA.-  Lo mejor será que vayan vuestras mercedes a por ellos… al infierno, si hace falta.
CURA.-  ¡No blasfeméis!
BARBERO.-  Ni el miedo a la cárcel puede hacer que Don Quijote vuelva al pueblo.
 (Entrando.) SOBRINA.-  A mi tío solo le puede hacer volver una causa noble.
BARBERO.-  ¿Por ejemplo?
SOBRINA.-  Por ejemplo, que una dama en apuros se lo pida.
 (En voz baja, al BARBERO.) CURA.-  Es verdad… pareces tonta, la leída esta.
 (Mirando al CURA con guasa.) SOBRINA.-  Gracias a los libros, señor cura.
 (Observando al CURA de arriba a abajo.) AMA.-   ¿Qué os parece, señor cura, que vos, que sois apuesto, os disfracéis de dama y le engañéis hasta devolverle a casa?
SOBRINA.-  ¡Eso!.. Y vos, maese Nicolás… podéis disfrazaros de su doncella.
BARBERO.-  ¿Qué dama ni qué doncella?. Yo no me disfrazo (Sale TERESA muy decidida.) 
 (Coquetona.) SOBRINA.-  ¿No queréis darme gusto…?
BARBERO.-  … Si es por vos…
SOBRINA.-  Por mí y por mi tío, Don Quijote.
CURA.-  Pero eso es muy difícil, muchacha. ¿Qué historia habríamos de contarle?
SOBRINA.-  Una historia galante… Como… como que una princesa…
AMA.-  ¡Una princesa!
SOBRINA.-  ¡Eso!… Que… que está siendo perseguida por…
 (Aparece con una brazada de vestidos viejos.) TERESA.-   … por un gigante…
 (Entrando al trapo.) CURA.-  ¡De acuerdo!… y le pide ayuda a Don Quijote…
BARBERO.-  … Y, Don Quijote, la va siguiendo… la va siguiendo… hasta llegar a casa.
SOBRINA.-  ¡Pero qué inteligentes son vuestras mercedes!
CURA.-  ¿Pero, cómo le podemos engañar?
TERESA.-  Déjenlo de nuestra cuenta. A ver… ¿Cómo le quedaría a usted esta saya?
AMA.-  ¿Y este corpiño?
 (Al BARBERO.) SOBRINA.-  ¿O, esta toca?
 (Las tres mujeres intentan disfrazar al CURA y al BARBERO de la manera más cómica posible, con diálogos oportunos y jocosos creados por los propios personajes. La escena se puede alargar o acortar según interese.) 
 (Mientras viste al CURA.) AMA.-   Por aquí… es mejor que meta el brazo por la manga… Eso… ¿Y cómo se podría llamar la princesa?
CURA.-  Esta toca me aprieta… Debe ser un nombre muy espectacular. Vamos a pensar…
TERESA.-  La princesa Micomicona…  (Al CURA.)  Estése quieto, que no consigo colocarle esto bien.
SOBRINA.-  Sí. Es un nombre muy sonoro… Y es hija del rey Micomicón.  (Coge unos alfileres de uno de los mundillos para sujetarle la prenda y le pincha adrede.) 
BARBERO.-  ¡Aaaayyyy!
SOBRINA.-  No seáis quejica.
BARBERO.-  …Me habéis pinchado…
SOBRINA.-  Si es que no paráis quieto, hombre de Dios.
BARBERO.-  Cuando os acercáis a mí… no sosiego.
SOBRINA.-  Pues sosegad.  (Mirando guasona al BARBERO.)  ¡Ay! Maese Nicolás… Cómo le cae a vuestra merced este corpiño de terciopelo … A ver… míreme… Estaría “guapísima” si no fuera por el bigote.
BARBERO.-  Mi bigote no me lo quito: eso sí que no.
SOBRINA.-  ¿Cómo que no?. ¿No decíais que haríais todo por mí?
BARBERO.-  Todo…todo… (Tocándose el bigote con tristeza)
SOBRINA.-  Todito vais a hacer.  (Coge unas tijeras y le corta el bigote, con grandes lamentos pos parte de éste.) …Y no olvidéis que un gigante malvado os ha arrebatado el reino…  (Mirándole.)  ¡Qué preciosidad!
BARBERO.-  ¡Ay!
 (Al AMA.) SOBRINA.-  Ama, me parece que el señor barbero hace mejor de princesa Micomicona que el señor cura.
TERESA.-  No sé hija. Tendremos que echarlo a suertes porque ambas “señoras” parecen talmente de verdad.
AMA.-  A ver…  (Mirando a ambos y con mucha teatralidad.) … ¿Quiénes son estas elegantes damas que nos hacen el honor de visitar nuestra humilde morada?
 (Afinando la voz.) CURA.-  Soy la princesa Micomicona y ésta, mi doncella.
 (A la vez.) BARBERO.-  Soy la princesa Micomicona y ésta, mi doncella.
AMA.-   Demasiadas Micomiconas para un solo día.
 (Entra jadeando SANSÓN CARRASCO.) 
 (Entrando.) BACHILLER.-   ¿Ha llegado ya?
TODOS.-   ¿Quién?
BACHILLER.-  El alguacil de La Santa Hermandad… Pero… ¿Quiénes son estas señoras?
SOBRINA.-  Miradlas detenidamente, por si os son conocidas.
 (Mira detalladamente a los hombres disfrazados.) BACHILLER.-   … El caso es que… me parece haberlas visto en alguna parte… pero no recuerdo bien.  (Dirigiéndose al CURA y al BARBERO.) 
  ¿Quiénes son vuestras mercedes? (Llaman a la puerta con grandes golpes.) 
ALGUACIL.-  ¡Abran en nombre de la ley!
 (Abrazando al AMA.) SOBRINA.-  ¿Qué hacemos con estos dos?
AMA.-  Tranquilos todos: Ustedes dos y Tonia se van a sentar a hacer encaje.  (En voz alta.)  ¡Ya va!
ALGUACIL.-  ¡Abran, digo!
 (Abriendo la puerta y fingiendo.) AMA.-   ¡Qué ganas teníamos de que llegara, señor alguacil! ¿Ya se sabe algo de DON QUIJOTE?
ALGUACIL.-  Nos han dicho que está aquí escondido.
SOBRINA.-  ¿Aquí?…¡Qué más quisiéramos!
TERESA.-  ¿Y también buscan a mi Sancho?
ALGUACIL.-  Vengo por Don Quijote, que ha liberado a unos delincuentes que iban a cumplir condena a galeras.
AMA.-  ¿Don Quijote ha hecho eso?
ALGUACIL.-  Además de otras muchas tropelías.
(El CURA y el BARBERO disfrazados se han colocado ante los mundillos de hacer bolillos junto con la SOBRINA. Se sientan cara al público y de espaldas a la puerta por donde entra la justicia. Se ponen a trabajar muy seriamente. Como es de imaginar ni el CURA ni el BARBERO saben hacer encaje, por lo que se les enredan los palos, se pinchan , etc. Con mucha mímica y comicidad. Su rostro va cambiando según sea la conversación.)
ALGUACIL.-  ¿Quiénes son ustedes?
AMA.-  Yo soy el Ama de Don Quijote, ésta es su Sobrina y Teresa es la mujer de Sancho Panza.
BACHILLER.-  Yo soy el bachiller Sansón Carrasco.
ALGUACIL.-  ¿Quiénes son estas muchachas?
SOBRINA.-  Son unas amigas mías que me ayudan a hacerme el ajuar.
 (Acercándose a las encajeras y mirando las puntillas del CURA por encima del hombro.)   (Al CURA.) ALGUACIL.-  ¿De dónde sois?
 (Con voz afeminada.) CURA.-  De Argamasilla.
ALGUACIL.-  Me encanta ver hacer puntilla a las mujeres…  (A la SOBRINA.)  Menudas randas tendrás hechas ya para tu arreo, moza… con la rapidez que trabajas…  (Mirando al BARBERO.) … Tú no corres tanto… ¿Qué te pasa?
 (Con voz de pito.) BARBERO.-  … Es que se me han enredado los bolillos…y estoy deshaciendo.
AMA.-  Es que la pobre… es un poco …torpe.
TERESA.-  … Mas bien, muy torpe.
AMA.-  Eso quería decir.
(Se oye un ruido dentro de la casa que alarma al alguacil)
BACHILLER.-  ¿Qué ruido es ese?
SOBRINA.-  ¡El gato!
ALGUACIL.-  Ustedes me está engañando… Seguro que tienen escondido a Don Quijote.
AMA.-  ¿Nosotras? No, señor alguacil.
ALGUACIL.-  Vamos a buscarle.  (Al BACHILLER.) 
AMA.-   Sansón, acompañad a la justicia.  (Bajito.) … Y, entretened al alguacil todo lo que podáis.  (Salen el ALGUACIL y el BACHILLER.) 
AMA.-  Vamos, aprisa… Quítense vuestras mercedes esos atavíos y desaparezcan de aquí lo más rápidamente que puedan.
(Se desvisten el CURA y el BARBERO ayudados por las tres mujeres y dejan la ropa femenina en un rincón visible.)
CURA.-  Menos mal que no nos han conocido. ¿Qué hubieran dicho en el pueblo si se enteran de que el cura anda disfrazándose como una mujerzuela en carnavales?
BARBERO.-  …Y yo, a mis años, con estas pintas…
SOBRINA.-  Las mismas pintas que tendría si se casara conmigo… ¡No te digo! ¡Hale!
TERESA.-  Ahora, se van despacito, como si no hubieran roto un plato.
CURA.-  Si…si.
BARBERO.-  Me parece que no voy a venir por aquí en mucho tiempo.
 (Abriendo la puerta.) SOBRINA.-  Por lo menos el tiempo que tarde en traer a mi tío. Adiós.
(Salen el CURA y el BARBERO.)
AMA.-  ¡Ay!
TERESA.-  ¡Qué descanso!
 (A la vez.) SOBRINA.-  ¡Qué pesado!
 (Se sientan las tres delante de sendos mundillos y se ponen a hacer encaje. Llega el ALGUACIL con el BACHILLER.) 
ALGUACIL.-  No hemos encontrado a nadie.
AMA.-  ¿Han mirado bien?
ALGUACIL.-  Hasta en los corrales.
SOBRINA.-  … y, en la despensa… en el sobrado…
TERESA.-   ¿Y en el pozo? ¿Han buscado en el pozo?
 (Tomándoles el pelo.) SOBRINA.-  … ¿Y en el gallinero?: ¿No han encontrado a Don Quijote en el gallinero?
BACHILLER.-  Hemos mirado todo.
 (Muy mosqueado.) ALGUACIL.-   Pero… ¿Ustedes no son las mismas mozas que había aquí hace un rato?
SOBRINA.-  ¿Cómo que no?
ALGUACIL.-  Tú, sí… Pero las que estaban contigo… eran otras.  (Tocándose la frente.)  ¡Eran Don Quijote y Sancho disfrazados!
ALGUACIL.-  ¡Me han engañado!
TERESA.-  ¿Nosotras?
 (A la vez.) SOBRINA.-  ¿Nosotras?
AMA.-  ¿Nosotras?
 (Percatándose de las ropas de mujer que han dejado en un rincón.) ALGUACIL.-  ¡Estas son las ropas con las que estaban camuflados!
AMA.-  ¿Quién estaba camuflado?
ALGUACIL.-  ¡Se han escapado!  (Al BACHILLER.)  … ¡Y tú eras su cómplice!
 (Aturdido.) BACHILLER.-  ¿Yo?… Dios me libre…
ALGUACIL.-  ¡Tengo que encontrarlos!
 (Sale el ALGUACIL muy acelerado y nervioso al ver que le han tomado el pelo y deja a nuestros amigos partiéndose de risa.) 
 (A la SOBRINA.) BACHILLER.-  ¿Cómo no me habíais dicho que había vuelto vuestro tío?
TERESA.-  Pero… pero ¿Es que no habéis conocido a los disfrazados?
SOBRINA.-  ¿Seguro que no les habéis conocido?
BACHILLER.-  No. ¿Quiénes eran?
AMA.-  ¡Pues no se lo decimos!  (Se miran las tres con picardía.) 
TERESA.-  ¡Pues no se lo decimos!
SOBRINA.-  ¡Pues no se lo decimos!
(Risa y TELÓN.)
Acto III
(El AMA y TERESA charlan mientras continúan con su interminable puntilla respectiva. De vez en cuando se abanican porque hace mucho calor. DON QUIJOTE y SANCHO acaban de salir de nuevo en busca de aventuras después de una breve estancia en casa, adonde llegó creyéndose preso de una hechicería sobre un carro de bueyes, seguido por un SANCHO triste y humillado.)
 (Deja de tejer y mira al infinito.) TERESA.-  Nunca creí que me pareciera bien que mi Sancho se me fuera otra vez.
AMA.-  Yo pensaba que ya se iban a quedar aquí para siempre… El cura y el barbero se encontraron con aquella muchacha que creo que se llamaba… no me acuerdo…
TERESA.-  Dorotea.
AMA.-  Eso. Dorotea… que hizo a las mil maravillas el papel de princesa Micomicona y consiguió acercar a casa a Don Quijote.
TERESA.-  Porque, lo que eran sus disfraces… no creo que le hubieran engañado.
 (Melancólica.) AMA.-  … Y parecía que se les había pasado la fiebre… Los amigos visitaban a mi señor… y todo parecía normal… hasta que decidieron irse a Barcelona. ¡Nada menos!
TERESA.-  Seguro que en Barcelona conseguirán aventuras que les darán mucha fama.
AMA.-  Con la fama no se come.
TERESA.-  … Depende… a mí no me importa que se hayan ido de nuevo.
AMA.-  ¿Te ha parecido bien? A mí me parece tanta locura como la primera vez que se fueron.
TERESA.-  Es su oficio, oye. Don Quijote es un caballero andante cuyo escudero le acompaña por encrucijadas y veredas esperando una batalla gloriosa que le convierta en gobernador de una ínsula.
AMA.-  Pero ¿has terminado por creer lo de la ínsula?
TERESA.-   ¿Cómo no lo voy a creer? La primera vez que ha vuelto a casa, Sancho me ha traído cien escudos. La próxima vez, vendrá en caballo y con escolta.
AMA.-  ¿Cien escudos? ¿De dónde han sacado estos correcaminos cien escudos?
TERESA.-  ¡Ah! No sé… Será la soldada con que le ha pagado sus servicios mi señor Don Quijote.
AMA.-  Pero si Don Quijote no tiene donde caerse muerto… ¡Anda ya!
TERESA.-  Tendrá o no tendrá… Pero todo el mundo le respeta… y su fama corre de boca en boca… y hasta los ciegos le hacen coplas… y se está escribiendo un libro con sus aventuras que se titula: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
AMA.-  ¿No me digas?… ¿No lo habrás leído tú?
 (Con retintín.) TERESA.-  No, Ama, no… Yo no sé leer como la Sobrina. Ni mi Sanchica tampoco… que nosotras somos mujeres decentes…
AMA.-  ¿Es que mi Tonia no es una mujer decente? … Mira que la he cuidado desde que murió su madre… ¡y no te consiento que digas eso!
TERESA.-  … Mujer… No quiero decir que la moza sea mala. ¡Dios me libre!… pero … ya sabes… en el pueblo se comenta … que también lee libros de caballerías… y que presume de ser Sobrina de Don Quijote… y cualquier día…
 (Entrando y muy seria.) SOBRINA.-  Cualquier día… ¿qué? Teresa.
 (Recoge de mala manera la labor y se sale con el mundillo.) TERESA.-  Nada… No he dicho nada. Ya me iba. Hasta luego
 (Al Ama.) SOBRINA.-  ¿Qué le pasa a ésta?
AMA.-  Pues no lo sé. Por un lado está contenta porque su marido se gana la vida de escudero de un caballero andante. Y por otro…
SOBRINA.-  Por otro, ¿qué?
AMA.-  Creo que le fastidia que su marido sea eso… el escudero.
 (Riendo.) SOBRINA.-  Ja…ja… ¿Pues qué quería?
 (Ríe también.)  (Se oye a SANCHICA, desde fuera dando voces.) 
SANCHICA.-  ¡Madre! ¡Madre!
 (Saliendo a buscar a SANCHICA.) SOBRINA.-  ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas de esa manera?
 (Entrando. A la SOBRINA.) SANCHICA.-  ¡Ay!, amiga mía… Que hay un mancebo, como un pino de oro, preguntando por mi madre…¡qué nerviosa estoy!
 (Levantándose.) AMA.-  ¿Qué pregunta?
SANCHICA.-  ¡Que si está mi madre!
 (Entrando con el mundillo en la mano.) TERESA.-  ¡Aquí está tu madre! … ¿Qué es lo que ocurre, niña?
SANCHICA.-  ¡Ay!, madre… Que en la puerta está un joven muy apuesto preguntando por vos.
TERESA.-   ¿Y lo tienes en la calle?… ¡Hazlo pasar!, muchacha.
 (Sale SANCHICA y se quedan las demás mujeres con gran expectación. Vuelve seguida del PAJE que trae ricos presentes.) 
 (Al PAJE, señalando a TERESA.) SANCHICA.-  Mi madre.
 (Arrodillándose.) PAJE.-   Déme vuestra merced sus manos, mi señora Doña Teresa, esposa del Señor Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria.
 (TERESA se queda estupefacta y se le cae el mundillo con gran estrépito y revuelo de bolillos. El AMA lo recoge y lo coloca en cualquier sitio.) 
TERESA.-  ¡Ay, señor mío, quítese se ahí; no haga eso… que yo no soy nada palaciega sino hija de un destripaterrones y mujer de un escudero andante, y no de gobernador alguno.
PAJE.-  Vuestra merced es mujer dignísima de un gobernador archidignísimo.
AMA.-  ¡Oh!
SANCHICA.-  ¡Anda!
PAJE.-  Y, para prueba de mi verdad, reciba vuestra merced esta carta y este presente.  (El PAJE le entrega una sarta de corales que TERESA coge con gran devoción, alucinada por semejante acontecimiento.) (Se acercan a TERESA las demás mujeres y tocan el collar. Exclamaciones libres de las actrices.) 
SOBRINA.-  ¡Son corales!
AMA.-  … ¡y de verdad!
 (TERESA no cabe en sí de gozo.) SANCHICA.-  …¡Y, con extremos de oro!
 (Entregándole la carta.) PAJE.-   Esta carta es del señor Gobernador, y esta otra que traigo y estos corales son de mi señora la Duquesa, que a vuesa merced me envía.
 (Muy mosqueada.) SOBRINA.-  ¿Una duquesa?… ¿Qué duquesa?
PAJE.-  La Duquesa en cuyo palacio se alojan Don Quijote y su escudero, Sancho Panza.
 (Emocionada.) SANCHICA.-  Que me maten si no anda por ahí nuestro señor amo Don Quijote, que debe haber dado a padre el gobierno que tantas veces le había prometido.
PAJE.-  Así es la verdad, que por respeto del señor Don Quijote es ahora el señor Sancho gobernador de la ínsula Barataria, como se verá por esta carta, que puede leer vuestra merced.
 (Muy contrariada.) TERESA.-  … Pero si yo no sé leer ni mi hija Sanchica, tampoco…
SOBRINA.-  Yo sí sé leer. Y voy a leer.  (Coge la carta. Todas escuchan con curiosidad.) Veamos qué dice esa.  (Con guasa.) … Duquesa:  (Lee.)  “Amiga Teresa”…  (La SOBRINA va pasando de la ironía de la desconfianza con la que comienza la lectura hasta la convicción de la certeza.) 
TERESA.-  ¿Me llama amiga?
 (Continúa con la lectura.) SOBRINA.-  … “la bondad y el ingenio de vuestro marido Sancho…  (Se ponen muy huecas TERESA y SANCHICA, asintiendo con la cabeza.) … obligaron a mi esposo el Duque, a concederle el gobierno de una ínsula, de muchas que tiene”…
AMA.-  ¡Tiene muchas ínsulas!
 (Leyendo.) SOBRINA.-  … “quiero que sepa, señora Teresa, que es el mejor gobernador del mundo, y ya quisiera gobernar yo como Sancho gobierna”.
TERESA.-  ¿No te digo?… si mi Sancho terminará por dar lecciones en la Corte…
SOBRINA.-  Espera que no he terminado… “Tiempo vendrá en que nos conozcamos y nos comuniquemos”…
AMA.-  ¡Quiere conocerla!
SOBRINA.-  Pues ahora viene lo mejor:  (Mirando a su amiga.)  … “Encomiéndeme a Sanchica, su hija, que la tengo que casar altamente cuando menos lo piense”…
SANCHICA.-  ¡Ay, madre!… Que me voy a la Corte para casarme con un príncipe…
SOBRINA.-  “Su amiga, que bien la quiere, La Duquesa”
 (A la SOBRINA.)  PAJE.-  Vos misma habéis comprobado que lo que digo es verdad. Y más se alegrarán cuando vean el vestido de paño finísimo que el Gobernador Sancho envía para su hija Sanchica.
(Abre el paquete y enseña un vestido verde, de fino paño, que coge SANCHICA inmediatamente, colocándoselo delante a modo de prueba paseándose con él de esa guisa por todo el escenario. Exclamaciones de sorpresa.)
SANCHICA.-  ¡Madre mía! ¡Cuando me vean las otras mozas del lugar!
TERESA.-  ¡TERESA, gobernadora!… ¡Ahhh!
SANCHICA.-  ¡Cochina envidia que van a tener todas cuando me pasee con mi madre, en coche, como una reina!
TERESA.-  … Y cuando estemos sentadas, en la iglesia, junto al altar mayor…
 (Dándose mucha importancia.) SANCHICA.-   … Bajo dosel…
TERESA.-  Todas estas venturas, y aún mayores, me las tiene profetizadas mi buen SANCHO, y verás tú, hija, como no para hasta hacerme condesa.
 (Con una cierta envidia.) AMA.-  … Todo es comenzar a ser venturosas…
TERESA.-  Pero… ¿qué hacemos?… hablar y hablar… y, seguramente, este buen Paje, que viene de la ínsula, no ha comido ni bebido en mucho tiempo.  (Al AMA.)  AMA. Nos vamos a casa a atenderle como se merece el embajador.  (Al PAJE.)  Venid con nosotras.
 (Hacia el resto de las presentes.) PAJE.-  Permiso…
 (Salen TERESA, SANCHICA y elPAJE. Se quedan él, AMA y la SOBRINA.) 
AMA.-   ¡Qué educado!
SOBRINA.-  ¿Será un Paje de verdad?
AMA.-  No me lo puedo creer… ¡Es que no me lo puedo creer!… ¿Pero no decías que eso de las ínsulas era una fantasía de tu tío Don Quijote?
SOBRINA.-  Eso pensaba yo… Pero se ve que mi tío, le pone tanto ardor a sus fantasías que terminan por convertirse en realidad.
AMA.-  … Y, mírala… mucho decirme que querría ver muerta a su Sanchica antes que verla condesa … mucho presumir de que es mejor ser pobre y decente que cortesana advenediza… y en cuanto se ha visto con un collar de corales, se le han olvidado todos sus principios.
SOBRINA.-  ¡Ay, Ama!… No se ponga así.
AMA.-  ¡Claro! A ti todo te parece bien… Pero es que Teresa nos va a restregar por las narices la ínsula de su marido.
SOBRINA.-  Pues si les ha llegado el momento de la ventura, mejor para ellas…
AMA.-  ¡Ni tanta ventura!… De Teresa Cascajo, que es como se llama, nombre mondo y lirondo, sin dones ni donas, porque es hija del señor Cascajo… a doña Tal y Señoría… Y lo que quiere es sentarse en la iglesia sobre almohadones, a despecho de las hidalgas del pueblo… ¡ah!
SOBRINA.-  ¿Y, a usted, qué más le da?
 (Sin hacerle caso.) AMA.-   …Ayer iba a misa cubierta la cabeza con la falda de saya… y mañana con broches y con entono… ¡Como si no la conociésemos!
SOBRINA.-  No acabo de comprenderlo. Parece que todos estuviéramos presos de una hechicería. Mejor será que vayamos a contárselo a los amigos del tío.
AMA.-  Será mejor que vayamos. Sí.  (Salen ambas.) 
(Queda un momento la estancia sola y entran muy contentas, TERESA y su hija. Ésta viene vestida con el traje que le ha enviado su padre. Ambas actúan con gran ordinariez.)
TERESA.-  Acércate, Sanchica mía que te contemple.  (La mira arrobada.)… 
SANCHICA.-  Madre… ¿Estoy guapa?  (Se mueve torpemente con esa ropa.) 
TERESA.-  No he visto a nadie tan hermosa como tú. Orgullosa estoy de haberte parido.
SANCHICA.-  Tendréis que comprarme chapines, porque este traje no se puede llevar con los zuecos.
TERESA.-   Chapines te compraré… y saboyanas de seda…
SANCHICA.-   ¿Me dejaréis el collar?
TERESA.-  ¡Faltaría más!… Yo misma te lo pongo…  (Se lo pone y la contempla de nuevo.) 
SANCHICA.-  Pero, ¿creéis, madre, que yo podré estar en la Corte, sin saber apenas hablar y sin saber leer?
TERESA.-  La señora duquesa se encargará de tu educación como si fueras mismamente su hija.
SANCHICA.-  ¿De verdad que no pareceré basta y grosera?
 (Admirada.) TERESA.-   ¡Ay! Si estuviera aquí tu padre, el gobernador, cómo se enorgullecería de ti, y cómo presumiría de hija en la Corte…  (Cambiando el tono.)  Basto y grosero me parecía él a mí… y ahí lo tienes… gobernando como un girifalte…
SANCHICA.-  Madre… madre… Y… ¿me podré casar con el Paje?
TERESA.-  … ¡Ah, no!… Es solo un Paje… La hija del gobernador se merece … un hidalgo, por lo menos.
SANCHICA.-  ¿Os parece poco?. ..Si hace un rato creíais que el mejor partido para mí era Lope Tocho.
 (Con desprecio.) TERESA.-  … Lope Tocho… Lopillo, el hijo de Juan Tocho…un destripaterrones cualquiera… ¡Ni se te ocurra pensar en él!… Eso era antes, cuando éramos unas pelarruecas…  (SANCHICA se arrasca la cabeza de manera vulgar.) … No te arrasques así, mujer…
SANCHICA.-  ¿Pues cómo me he de arrascar, si me pica?  (Se limpia los mocos con la bocamanga.) 
 (Dándole en la mano.) TERESA.-   Hija, ¡eso no se hace!…Tienes que aprender modales condesiles… con esa grosería, se van a reír de ti en palacio
 (Echándose a llorar.) SANCHICA.-  No llevo dos minutos vestida de dama y ya me habéis reñido.
TERESA.-  No te riño… Solo te preparo para la vida que nos espera…  (Le toca la cabeza.) De momento, vamos a arreglar estos pelos.
SANCHICA.-  Eso. Vamos . (Salen.) 
(Entran en escena, el BACHILLER y MAESE NICOLÁS, luchando con enormes espadas. Aún ignoran la llegada del PAJE. El BARBERO le da clases a SANSÓN para que éste pueda estar a la altura de DON QUIJOTE y poder vencerle, creyendo que esta será la única manera de conseguir su vuelta definitiva a casa. Sonido de espadas.)
BARBERO.-  Así… Así… un poquito más hacia arriba.
BACHILLER.-  ¿Así?
BARBERO.-  Eso…  (Continúan batiéndose otro rato.)  Si seguís así, en un par de días, habréis conseguido vencerme.
BACHILLER.-  Ya me gustaría. Pero un simple estudiante de Salamanca nunca podrá vencer al que fue soldado en la batalla de Lepanto.
BARBERO.-  Exactamente, jovenzuelo. Compañero de armas del mismísimo Miguel de Cervantes…
BACHILLER.-  Mala suerte tuvo, el pobre… Perdió una mano… ¿Volvisteis a saber algo de él?
 (Hablan mientras se baten tranquilamente.) 
BARBERO.-  Fijaos: después de tantos años sin tener noticias suyas, resulta que ahora, me entero, de que está siguiendo la pista de nuestro vecino para escribir sus aventuras.
BACHILLER.-  La vida es un pañuelo, amigo Nicolás.
BARBERO.-  Es verdad… ¿Y vos creéis que Don Quijote volverá definitivamente si le derrotáis?
BACHILLER.-  Seguro. No estoy dispuesto a dejar que me dé una paliza como cuando le presenté batalla disfrazado de Caballero de los Espejos.
BARBERO.-  Os dejó malparado… menos mal que, ahora, hemos entrenado también con la lanza.
BACHILLER.-  Además, esta vez, le haré jurar por Dulcinea que no volverá a escaparse más…
  A propósito de Dulcinea… Me sorprende verle tanto por esta casa, aun sin estar su amigo, el Caballero de la Triste Figura. ¿No andará enamorado de alguna señora que viva aquí?
 (Poniéndose colorado.) BARBERO.-  … ¿Se me nota mucho?
BACHILLER.-  Un poco…
BARBERO.-   ¿Sabéis quién es?
BACHILLER.-  Se comenta por el pueblo… la dama está aún de muy buen ver.
BARBERO.-   ¿Aún, decís?…  (Ofendido.)  ¡Podía no estarlo!… a su edad…
 (Sin darse por aludido.) BACHILLER.-   … Es jovial… y está lozana.
BARBERO.-   Así es…
BACHILLER.-  Además a ella también la veo interesada…
BARBERO.-   ¿A ella?… ¿Qué oigo?
BACHILLER.-  … Ayer mismo me comentaba: el barbero se está quedando flaco… Con los duelos y quebrantos que le haría yo para almorzar…
BARBERO.-  ¿Eso decía?
BACHILLER.-  Se lo aseguro.
BARBERO.-  ¿Cocina bien?
BACHILLER.-  Como los ángeles.
BARBERO.-  A un hombre mayor le interesa que le cuiden el estómago.
BACHILLER.-  Eso… Y también decía, que podría restituirle el dinero que le ha prestado a Don Quijote.
BARBERO.-   ¿Ella tiene dinero?
BACHILLER.-  Mucho. Es la mejor encajera de toda la Mancha.
 (Extrañado.) BARBERO.-   ¿De quién estáis hablando?
BACHILLER.-   ¿De quién va a ser?… Del Ama, naturalmente.
BARBERO.-  ¿Del Ama?…  (Para sí mismo.) … ¿No será que éste… y la Sobrina…?… Pero el Ama, tampoco está mal… No había caído…
BACHILLER.-  ¿No habéis notado que se pone nerviosa siempre que os ve? o,¿es que no es en el AMA en quien pensáis vos?…
 (Despistando.) BARBERO.-   ¡Naturalmente!… En qué otra mujer podía yo pensar…
BACHILLER.-  Pues vaya a buscarla que debe andar por la cocina.
 (Celebrando la idea.) BARBERO.-   Tenéis razón. Voy a ver si la encuentro.
 (Al quedarse solo el BACHILLER ríe satisfecho, hace unos juegos de espada con mucho entusiasmo, y le encuentra la SOBRINA en esta tesitura.) 
 (Burlona.) SOBRINA.-  Ya me holgara yo de veros convertido en un verdadero caballero, capaz de enfrentarse, en ardua batalla, con gigantes y magos encantadores, lo mismo que le ocurre a mi señor tío.
 (Un poco azorado al sentirse pillado en semejante ridículo.) BACHILLER.-  ¡Ah!… sois vos…  (Se acerca a ella con complicidad.)  Estoy a punto de liberaros del acoso del barbero.
SOBRINA.-  ¿Cómo?
BACHILLER.-  Le estoy haciendo creer que el Ama está perdidamente enamorada de él.
 (Riendo.) SOBRINA.-  ¿El Ama?… ¡Pobre!… ¿Con lo vieja que es?… Desde que enviudó y vino a cuidarme, siendo yo muy niña, no se ha fijado en un hombre.
BACHILLER.-  Pues ya es hora de que piense en ella… porque vos la vais a dejar de necesitar enseguida…
 (Coqueta.) SOBRINA.-   … No digáis cosas…
BACHILLER.-   Que sí… que en cuanto vuelva con vuestro tío… ¡nos casamos!
SOBRINA.-  Podéis retrasar el viaje y el casamiento. Hay cosas más urgentes que resolver.
BACHILLER.-  ¿Qué ocurre?
 (Misteriosa.) SOBRINA.-  Ha llegado un joven, cargado de regalos para la familia Panza, que dice ser Paje de una tal Duquesa, que ha convertido a Sancho en gobernador de una ínsula, y trae cartas que acreditan su verdad.
BACHILLER.-  ¿Qué decís?
SOBRINA.-  Es completamente cierto. La carta la he leído yo misma. La firmaba la Duquesa.
BACHILLER.-  ¿Pero qué Duquesa?
SOBRINA.-  La Duquesa que, por mediación de mi tío Don Quijote, le ha hecho gobernador a SANCHO Panza, de la ínsula Barataria.
BACHILLER.-  Vamos a ver, Sobrinea mía, tesoro mío… ¿No sabéis vos, lo mismo que yo, que las ínsula esas que pretende conquistar vuestro tío no están más que en su imaginación?
SOBRINA.-  Pues ese es mi problema… Que parece que se están materializando las ilusiones de mi tío Don Quijote.
BACHILLER.-  ¿Pero, os lo habéis creído?
SOBRINA.-  No había otro remedio. Todo es digno de crédito.
BACHILLER.-  Entiendo que Teresa y Sanchica, se hayan tragado eso de que su marido y padre sea gobernador. Pero vos y yo sabemos que eso solo puede ocurrir en la fantasía.
SOBRINA.-  No es una fantasía. El Paje es de carne y hueso… y el collar es de corales. Auténticos.
BACHILLER.-  Vamos a interrogarle. ¡Ya verás cuando le pille!  (Mutis los dos.) 
 (Aparecen SANCHICA con el PAJE. SANCHICA está dispuesta a desobedecer a su madre y coquetea descaradamente con él. El PAJE no le hace melindres a la situación.) 
PAJE.-  El torrezno, empedrado con huevos, estaba realmente bueno.
SANCHICA.-  ¿No se fríe así en la Corte?
PAJE.-  Tal vez… Pero allí no tengo ocasión de conocer a la cocinera.
SANCHICA.-  Si me lleváis a la Corte, ¿Tendré que guisar para vos?
PAJE.-   ¡Oh, no! Allí hay un ejército de cocineros y cocineras que se encargan de semejantes menesteres… Vos comeréis en la mesa de mis señores los Duques, lo mismo que vuestro padre.
SANCHICA.-  ¿Vos no coméis con ellos?
PAJE.-  No. Yo sirvo a mis amos, como corresponde a un Paje.
 (Lanzándose a la conquista descarada.) SANCHICA.-  ¿Sois vos con quien me quiere casar la señora Duquesa?
PAJE.-   Tal vez.
SANCHICA.-  ¿Os… parezco hermosa?  (Se limpia los mocos con la bocamanga.) 
PAJE.-  Hermosa sí… como una flor silvestre.  (Le ofrece un pañuelo.)  … Mejor será que uséis esto.
SANCHICA.-  ¡Ah!… ¿Es que no os gustan mis modales?…
PAJE.-  Pueden mejorar… Todo puede mejorar con un buen aprendizaje.
SANCHICA.-  ¿Vos seríais mi maestro?
PAJE.-  Solamente si vos queréis ser mi discípula.
SANCHICA.-  ¿Y, qué me enseñaréis?
PAJE.-  … Os enseñaré a andar pausadamente sobre las alfombras de palacio… a mirar sin mover la cabeza… a escuchar hermosas palabras… a…
SANCHICA.-  ¿Qué más?  (Excesivamente alto y expresivo.) 
PAJE.-  A hablar bajito…
SANCHICA.-  ¿Qué más?  (Cada pregunta en tono más bajo y más íntimo.) 
PAJE.-   A comer con cuchara de plata…
SANCHICA.-  ¿Qué más?
PAJE.-   A escuchar el sonido de las fuentes en los jardines de palacio…
SANCHICA.-  ¿Qué más?
PAJE.-  A ser discreta.
SANCHICA.-  ¿Qué más?
PAJE.-  A escribir versos…  (Cada vez se va acercando más a SANCHICA.) 
SANCHICA.-  … ¡Si no sé escribir!
PAJE.-  Yo os enseñaré.
 (Anhelante) SANCHICA.-  … Y, ¿qué más me enseñaréis?
PAJE.-  Os enseñaré los secretos de la Corte…
SANCHICA.-  …Y, ¿qué más?…
 (Le coge la mano y se la besa.) PAJE.-  y los secretos del amor…
SANCHICA.-  ¡Ay!
 (SANCHICA está a punto de desmayarse de emoción cuando llegan el CURA con el BARBERO y el BACHILLER.) 
 (A los demás.) BACHILLER.-   Aquí está este farsante.
CURA.-  Seguramente, engañando a la incauta Sanchica.
 (Enseñándole la carta.) BACHILLER.-   ¿Vos sois el portador de este pliego?…
PAJE.-   Yo mismo. Sí.
 (Muy enfadado.) BACHILLER.-  ¡Embaucador!,¡Trapacero!,¡Mentiroso!…¡Os voy a…!  (Levantándole del suelo después de haberle cogido por el jubón.) 
 (Asustado.) PAJE.-   ¿Pero, qué pasa?
BACHILLER.-  ¡Farsante!… ¿Qué historias son éstas de que sois el mensajero del gobernador SANCHO Panza?…¡Vamos!
PAJE.-  ¡Aggg!
BACHILLER.-   ¿De dónde ha salido esa ínsula fantasma?…¡Decid!…
PAJE.-  ¡Me apretáis!
BACHILLER.-   ¿Y esa duquesa tan llana y tan humilde, que escribe a las labradoras, como si de sus iguales se tratase?
PAJE.-  ¡Ay!
BACHILLER.-  ¡Explicad delante de todos esas fábulas en las que habéis hecho creer a esas pobres mujeres!  (Suelta al PAJE.) 
CURA.-  ¡Contad!
BARBERO.-  ¡Decid!
SANCHICA.-  ¿Pero son fábulas? ¡Ay, madre!… ¡y yo que me lo había creído!
 (Muy sereno, tras arreglarse la ropa que le ha descolocado el BACHILLER.) PAJE.-   De que el señor Sancho Panza sea gobernador, no hay dudar en ello, de que sea ínsula o no la que gobierna, en eso no me entremeto, pero es un lugar de más de mil vecinos… Y, respecto a la Duquesa, quiero que sepa vuestra merced que las señoras de Aragón no son tan puntuosas como las señoras castellanas; con más llaneza tratan a las gentes.
 (Entrando con TERESA y la SOBRINA.) AMA.-   No preguntéis más, amigo Sansón. Que el joven dice verdad.
TERESA.-  Como verdad son mis corales y el vestido de Sanchica.
 (Al PAJE.) BACHILLER.-   Entonces, ¿vos sabéis dónde y cómo se encuentran en este momento Don Quijote y Sancho?
PAJE.-  Naturalmente que lo sé. Viven en el palacio de los Duques, en cuyo nombre he viajado hasta aquí.
BACHILLER.-  Y ¿podríais llevarme con ellos?
TERESA.-  Y ¿podríais llevarnos a nosotras?
 (A TERESA.) PAJE.-  Para eso no estoy autorizado. La Duquesa enviará una rica carroza para el traslado de la señora gobernadora y su hija… Pero vos  (Dirigiéndose al BACHILLER.)  podéis acompañarme, si gustáis y también seréis huésped de palacio.
CURA.-  Debéis aprovechar la ocasión, Sansón, para abordar cuanto antes a nuestro loco caballero y conseguir su retorno.
BARBERO.-  Los entrenamientos que llevamos preparados harán posible vuestra victoria…
 (Acercándose al BACHILLER.) SOBRINA.-  … mi Caballero de la Blanca Luna… Tomad mi pañuelo y atadlo fuertemente a la lanza para salir victorioso…  (Le da el pañuelo.) 
BACHILLER.-  … Conmigo os llevaría, hermosa Sobrinea de la Mancha, a recorrer encrucijadas, a lomos de mi caballo. (La coge por la cintura.) … Y os libraría del encantamiento al que el barbián del barbero os tiene sometida.
SOBRINA.-  Encantamiento mágico es el que siento entre vuestros brazos… pero este beso es más real que las perlas del mar.  (le besa sin recato delante de todos.) 
CURA.-  ¡ Esto no se puede consentir!… Esta muchacha se está convirtiendo en una pelandusca de leer tantas novelas… le voy a decir…
 (Atajándole.) BARBERO.-   Usted no le va a decir nada, señor cura. ¿No se da cuenta de que están enamorados?  (Total frustración del CURA, que se queda con las ganas de amonestar.) 
AMA.-  ¿Pero?… No la queríais vos?
BARBERO.-  Estaba ciego, Ama … Ahora es el turno del bachiller.
 (Ladina.) AMA.-   ¿Pensáis, acaso que sois demasiado viejo para enamoraros?
BARBERO.-  Quise enamorarme de una niña… sin darme cuenta de que hay una mujer hecha y derecha… que reclama mis atenciones
AMA.-  ¿No lo diréis por mí?
 (El BARBERO se deshace en zalamerías hacia el AMA.) 
BARBERO.-  Por vos lo digo… ¿Queréis ser mi dama, Ama?
 (Muy ruborosa.) AMA.-   ¡Pero qué cosas decís… maese Nicolás…!
BARBERO.-   Yo también necesito, como mi amigo el caballero de la Triste Figura, una hermosa mujer a la que encomendarme ante las encrucijadas de la vida.
 (Coquetísima.) AMA.-   … Yo no soy una hermosa mujer.
BARBERO.-   La más hermosa del lugar…
CURA.-  … Y la más recatada…
BARBERO.-  …Que me veía sin levantar los ojos… y me seguía con la mirada hasta que desaparecía por la esquina.
 (Muy azorada.) AMA.-   … ¿Pero, Os habíais percatado de ello?
BARBERO.-  Lo intuía. Aunque me había deslumbrado la mocedad de la Sobrina.
 (Socarrona, al BARBERO.) SOBRINA.-  ¿Pero, teníais la más mínima esperanza de que yo iba a acceder a casarme con vuestra merced?
 (Mirándola con cariño.) BACHILLER.-   Nunca he dudado de mi heroína enamorada.
CURA.-  ¡Esta muchacha siempre hace lo que le da la gana!
 (Al CURA.) SOBRINA.-  En cuanto vuelva mi tío, me dará la gana de que me caséis con Sansón Carrasco.
 (Cambiando de gesto.) CURA.-  ¡Eso lo haré con mucho gusto!… Y, también casaré con mucho gusto al Ama con el BARBERO.
AMA.-  ¡Quiá! … ¡Ni mucho menos!… me gusta la libertad… No sé si quiero casarme… así… de repente.
BARBERO.-  Yo sabré esperar… Prefiero adorar a mi dama y soñar enloqueciendo por ella como mi amigo Don Quijote.
AMA.-   ¿Por qué nombre me soñaréis?
BARBERO.-  Os llamaré Encajera del Amor … porque vuestras manos harán filigranas con los hilos de mi vida.
PAJE.-  ¡Si no lo veo, no lo creo!… Las mujeres de la casa de Don Quijote tienen los pies en el suelo… mientras que las soñadoras son Teresa Panza y Sanchica.
CURA.-  Eso es para que nos demos cuenta de que las mujeres son un pozo de sorpresas. Nunca las podremos llegar a conocer… Son muy diferentes a nosotros
SOBRINA.-  Diferentes no significa inferiores, señor Cura.
CURA.-  Tú, no, desde luego, hija. Tú, no. Tú te puedes codear con cualquier letrado.
 (Abrazándola, de nuevo.) BACHILLER.  … O, con cualquier bachiller…  (Al PAJE.)  Pero, llevadme presto, amigo Paje, a encontrarme con el loco enamorado de la sin par Dulcinea.
PAJE.-  Vayamos, pues.
BACHILLER.-  Volveré por vos, Amada mía.
SOBRINA.  No lo dudo.
 (A SANCHICA.) PAJE.-  También volveré por vos.
SANCHICA.-  Eso espero.
 (Despidiéndose.) PAJE.-   Adiós. Hasta pronto.
BACHILLER.-  ¡Hasta que vuelva con mi amigo Don Quijote!
Todos les despiden. Llorosas las mozas, esperanzados los hombres, preocupadas las madres… mientras cae el TELÓN.
(Después de bajado el telón y mientras el público aplaude, aparecen la SOBRINA y SANCHICA cruzando el escenario con sendos hatillos , indicando que van de viaje.)
SANCHICA.-  ¿Te parece bien que nos vayamos con nuestros enamorados?
SOBRINA.-  ¿Qué si me parece bien?… ¡Claro que sí!
SANCHICA.-  ¿Y, qué dirán en el pueblo?…
SOBRINA.-  ¡Y dale! ¿Te sigue preocupando lo que digan en el pueblo?
SANCHICA.-   Aún no lo tengo superado, hija.
SOBRINA.-  A nosotros solo nos importa lo que diga Cervantes. Que él siempre se fija en las mozas valientes que corren por el mundo para conseguir sus propósitos.
SANCHICA.-  Pero es que, me parece, que Cervantes, no ha contado esta nuestra aventura.
SOBRINA.-  ¡Claro! Porque Don Miguel no deja de ser un hombre y se ha limitado a contar las aventuras de mi tío Don Quijote y de tu padre Sancho Panza… Pero la historia real… la que hemos vivido nosotras… esa no la ha escrito todavía.
SANCHICA.-  Pues, en cuanto topemos con él, le decimos que la escriba… que lo hace como nadie…
SOBRINA.-  Vamos
(Y se marchan muy contentas.)
FIN

 

 

 

 

 

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