HISTORIA DEL MORO GOLOSETE

HISTORIA   DEL MORO GOLOSETE

 

El Moro GOLOSETE tenía un turbante verde y brillante con un diamante enorme.

También tenía un manto de raso con un ribete dorado.

Y unas babuchas de seda.

Pero, sobre todo, tenía un bigote largo, larguísimo.

Tan largo era el bigote del Moro GOLOSETE que, cuando iba por la selva, en vez de agarrarse a las lianas, como Tarzán, enganchaba los bigotes en otro árbol y se dejaba caer como si estuviera en un columpio.

Como el bigote le estorbaba tanto lo llevaba recogido, como si fueran dos moños que le colgaban de la nariz.

También tenía muchísimos caramelos y chocolatinas.

Porque era un golosete.

Estaba muy gordo.

Y se le caían los dientes.

Siempre iba paseando y comiendo por la calle con una bolsita llena de chucherías.

Cuando veía a alguna niña o algún niño, escondía la bolsa para que no tener que invitarle.

Porque era muy tacaño.

Un día pensó que le podían robar su tesoro de caramelos.

Y lo llevó a la torre más alta de su castillo para esconderlo allí.

Cada vez que quería golosear se subía a la torre sin que le viera nadie.

Un día, después de haberse chupeteado varios caramelos de menta, que eran los que más le gustaban, se asomó al balcón, tan contento.

Y se le soltaron los bigotes, que llegaron hasta el suelo.

Pasaban por allí un ratoncito que trepó por el bigote del Moro.

Y se coló en el almacén de caramelos.

Cuando GOLOSETE se fue, el ratoncito llamó a todos sus hermanos ratones.

Que eran más de mil.

Los ratones sacaron de la torre una tonelada de golosinas y se las repartieron a todos los niños de la ciudad.

El Moro GOLOSETE vio a los niños con caramelos, le entró envidia y se acordó de los suyos.

Subió a la torre.

Y la encontró vacía.

Los ratoncitos le habían dejado un mensaje:

“NO ES BUENO COMER TANTOS CARAMELOS

QUE SE TE VAN A CAER LOS DIENTES”.

 

Y otro mensaje:

“HAY QUE REPARTIR LOS TESOROS CON LOS DEMÁS”

 

El Moro GOLOSETE aprendió la lección.

Desde entonces come muy pocos caramelos.

Cuando compra alguna chuchería siempre invita a sus amiguitos.

Y todos están contentos.

 

Y, colorín colorado.

Martinita querida

Este cuento

se ha acabado.

Ya sé que tú no comes demasiadas chucherías porque cuidas tus dientes, que son como perlas.

Un beso muy grande.

La abuelita.